miércoles, 8 de marzo de 2023

ATÚN CON TOMATE

 



¡Hola!

Aparezco por estos lares en un día muy especial para todas aquellas mujeres que nos consideramos reivindicativas, luchadoras, amantes y protectoras de lo nuestro, consecuentes con quienes tienen peores condiciones y derechos que nosotras: esas mujeres que viven en lugares no tan privilegiados como los nuestros. 

Mi entrada de hoy va para todas las que se quedaron en el camino consiguiendo que nosotras seamos celosas de los derechos adquiridos y trabajadoras por la plena igualdad.

Os comparto un escrito que llevé el otro día a un Curso de Escritura que estoy haciendo este año. Espero que os guste. La historia es real pero la literatura sólo mía. Los hechos no ocurrieron así; yo he inventado la forma en que pudo ser.

                                           

CURSO DE ESCRITURA

TRABAJO N. 15

RELATO CON GIRO ARGUMENTAL Y CREACIÓN DE UN UNIVERSO COHERENTE

 

Estaba sudando. El frescor de la madrugada de finales de agosto no le impedía sentirse agobiado por el exceso de ropa que, muy a su pesar, debía llevar encima. Las botas altas le hacían una rozadura en el pie derecho al andar. Un sabor agridulce enturbiaba su moral. La falta de motivos evidentes impedía su normal agresividad. Esta mañana, ese odio que de alguna manera le había hecho alistarse y formar parte de un ejército cada vez más y mejor formado, no acompañó sus movimientos al anudarse la corbata, embutirse los pantalones, abrocharse el cinturón, enfundar su pistola y montar en su caballo listo en las cuadras esperándole para recorrer juntos los pocos kilómetros que tenía por delante hasta llegar al destino señalado en el calendario para el día de hoy.

Manuela, como cada mañana, lozana, activa, alegre y con la esperanza de seguir siendo invisible, espabila a los niños que con  gran pereza se quitan las legañas saltando de la cama con la lentitud que da el sueño instalado en sus pequeños cuerpos infantiles.

-Venga niños, más rápido. Papá ya ha aparejado las burras y puesto la lana de los colchones en el serón. Hoy pasaremos todo el día en el barranco desanudándola, extendiéndola, frotándola con el jabón verde, refregándola con las piedras del arroyo y puesta a secar al sol de medio día que seguro que a la caída de la tarde ya está seca para que esta noche podamos dormir de nuevo a gusto.

Esta tarea que para los niños suponía casi un juego, Manuela la emprendía con la seriedad que requiere el trabajo bien hecho. La lana de los colchones sólo se lava una vez al año y hay que hacerlo con el mimo que requieren esos menesteres que, por lo enrevesados, difíciles y lentos que son, merecen tiempo y paciencia.

A la caída de la noche volverían a casa todos contentos, cantando viejas canciones que les hacían reír, con la tortilla de patatas, la pescadilla frita y el gazpacho que dejó hechos al amanecer para que los niños, limpios del baño en el barranco, sólo tuvieran que cenar. Y mientras ellos lo hacían, Manuela llenaba los colchones con la lana oliendo a limpio y vestía las camas con las sábanas de muselina blancas  del embozo bordado.

-¿Margarita, tú también vas hoy al barranco?

-Sí hija mía. Hoy también me toca lavar sábanas y colchas. Ayer ya lavé la lana. Y este hombre mío hoy podía traernos en los burros, que mañana marcha a la era y ya no puedo contar con él.

-¡Hola mujeres!. Cuánta gente buena vamos a estar hoy juntas. Yo también voy al arroyo con vosotras—dijo Encarnación que les seguía de cerca montada en una mula blanca con un gran saco lleno de ropa sucia-

La risa de los niños se mezclaba con los ladridos de los perros que iban a los pies de las bestias y el graznido de los cuervos que hacían círculo a lo lejos en el cielo seguro que atraídos por el olor de algún animal muerto.

El día se avecina fiestero para los niños pero con cierto resquemor en los corazones de Manuela, Margarita y Encarnación.

-Esta noche, cuando dejemos a los niños dormidos, tenemos reunión, lo sabéis, ¿verdad? -les comenta Manuela– Las cosas no pintan nada bien y los rumores que llegan desde Fuente de Cantos no son muy halagüeños. Me decía ayer la Petra que en la casa del pueblo habían dejado de dar las clases a los niños por un tiempo, hasta más ver. El alcalde así lo ha recomendado.

El cielo azul competía con el azul de los ojos del Capitán. Un azul intenso, tanto como el mar. Sus hombres, tras él, en silencio, no se atrevían a preguntar la misión que les llevaba por esos caminos de dios que a saber a qué rincón irían a parar y para qué. Una columna de hombres a caballo que dejaban a su paso un reguero de polvo que nada bueno hacía presagiar.

Manuela olvida por unas horas la preocupación que envuelve a todo su pueblo. Junto a Margarita y a Encarnación, dejando que los niños brinquen por el barranco, jueguen con el agua, se tiren unos encima de otros, se diviertan sin más, hablan de sus cosas, de sus maridos, de las vecinas, de lo divino y de lo humano. De las casas que tan blancas han dejado con la cal apagada para recibir el próximo bello otoño y el duro invierno que ya amenazan a lo lejos. A ver si la cosecha de castañas y aceitunas este año es al menos como el pasado, que no estuvo mal y les hicieron pasar un buen año.

Y parece que van a conseguir engordar a los dos cerdos para la matanza de diciembre con las bellotas que ya se veían engordar en las encinas.

Estaban mondando las naranjas a la sombra de una higuera, después de haber comido un buen escabeche de judías verdes cogidas ayer del huerto, cuando todos callan al escuchar las herraduras de los caballos que casi sin darse cuenta tenían encima de ellos.

El capitán ordena a sus hombres la inmediata detención de Manuela, Margarita y Encarnación. Casi a rastras consiguen zafarlas de sus hijos que lloran desconsolados y agarrados a los delantales de sus madres. Ellas gritan que nos les hagan nada a los niños, que no las maltraten en su presencia. Pero la rabia que desprenden esos ojos azules, tan azules como el cielo, hace que se hielen los corazones de tres mujeres, tres madres fuertes como las encinas y delicadas como la flor de azahar. Ni el llanto de los niños ni los gritos de las mujeres consiguen mermar el odio que desprenden unos uniformes encajados en cuerpos que desprecian la vida de quienes no militan en sus filas.

26 de Agosto de 1936. El Capitán Navarrete al mando de 600 efectivos toman Cabeza la Vaca y asesinan a tres mujeres cogidas al azar. Tres mujeres pertenecientes a uno de los colectivos más activos del pueblo, sembrando el terror en una población que no había opuesto ninguna resistencia a las tropas franquistas

 "Que sus nombres no se borren de la historia" (Julia Conesa)


INGREDIENTES:


Tomates maduros (1 kilo)

2 cebollas

3 ajos

Pimienta negra recién molida

Una pizca de comino molido

Sal

Un poquito de azafrán o cúrcuma

Aceite de oliva virgen

Una cucharada sopera de orégano

1/2 kilo de atún fresco (o congelado, como podáis y queráis)


PREPARACIÓN:


Picar la cebolla en juliana y los ajos en trozos muy pequeños. Echarlos en una olla donde previamente habremos puesto un poco de aceite. Rehogar hasta que la cebolla empiece a pochar.

Rallar los tomates y añadir a la olla. Dejar que se fría poco a poco con el fuego medio-bajo. Cuando esté a medio camino de hacerse, añadir la sal, el comino, el azafrán previamente tostado, la pimienta y el orégano. Dejar que se haga el tomate frito. Cuando esté listo, añadimos el atún en trozos, apagamos el fuego, apartamos y dejamos que el pescado se haga con el calor del tomate frito. Si se hace mucho el atún, queda muy seco.

Que aproveche!!



 


viernes, 20 de mayo de 2022

HUEVOS DE CODORNIZ RELLENOS DE PATÉ DE MEJILLONES

 



 


Venga Feli, primero el pie derecho, rápidamente pones a su lado el izquierdo. ¡No mires a la derecha!!. ¡Tampoco a la izquierda!. Eso es, tu cabeza ligeramente inclinada hacia abajo para tampoco mirar al frente. Todavía queda mucho. Y tu mente, déjala que se ría un poco de tus nervios. A la derecha, a cada segundo que va pasando, el vacío es más y más profundo.  El vértigo, incitador y traicionero. A la izquierda, el cemento parece que quisiera atraerte. Sigue sin mirar a ningún lado.

Ya debe quedar poco, tu pulso acelerado lo va indicando. Quizás vaya a una velocidad mayor que tu cuerpo; seguro. Sientes que los latidos del corazón te los escuchan quienes se cruzan contigo. La alerta no debe ser tu enemiga. Hazla esporádica compañera.

Y, por fin, tu pie derecho llega al último escalón. Atrae con rapidez el izquierdo. ¡Aléjate del precipicio! Bien hecho!!. La escalera eléctrica que tantos años te ha paralizado, hoy te ha llevado hasta donde están los Cines Nervión. Llegas con el tiempo justo para comprar la entrada y verte sentada en una sala mediana donde tus únicas compañeras son unas cómodas butacas vacías de color rojizo. Estás totalmente sola. Como en el salón de casa. Silencio, empieza la peli...

Y al salir, mejor bajar por las escaleras de cemento. Otro día, si acaso, repites la aventura.


INGREDIENTES:

6 huevos de codorniz
1 lata de mejillones en escabeche
1 tarrina pequeña de queso de untar
Huevas de mújol (en Mercadona las hay muy baratitas)

PREPARACIÓN:

Es un aperitivo fácil de hacer, rápido y con el que se queda bien.

Cocemos los huevos durante unos 5-7 minutos. Quitarles la cáscara en caliente que cuesta menos.

Preparamos el paté pasando por la batidora los mejillones en escabeche con un poco de su propio líquido y la tarrina de queso de untar. Saldrá bastante paté. Le añadiremos algunas yemas de los huevos.

Ponemos una base del paté en el plato, partimos los huevos por la mitad, desechamos las yemas que no hayamos utilizado en el paté, los rellenamos y colocamos encima de esta base. Echamos por encima las huevas de mújol.

Pues listo!. El paté sobrante, con pan tostado está muy bueno.


jueves, 31 de marzo de 2022

GAÑOTES

 



Soy extremadamente pesada con mis hijas para que, además de la red de mujeres familiares que la vida les ha dado, añadan a esa lista de valores seguros, las amigas que deben trabajarse con mimo, cariño, esmero y entrega. 

Ante los distintos avatares que la vida nos va poniendo por el camino, la sabiduría natural y esa mezcla entre listeza, audacia y supervivencia que nos transmitió la manzana de Eva, ¡bendita manzana!, tener la posibilidad de activar esa red tan fuerte, fiel y segura que sabes que nunca te va a dejar caer, es un activo importante, necesario, fundamental, básico y sobre todo, un tesoro que cuidar en nuestra especial caja fuerte que es nuestro corazón.

Me vais a perdonar chicos de mi entorno. No es que los calificativos anteriores referidos a las mujeres tengan que ser los contrarios para definiros a vosotros. No me malinterpretéis. Simplemente que os da pudor expresaros sensibles y abriros en canal ante los demás. Con esos muros casi infranqueables, debéis renunciar a muchos placeres de los que las mujeres disfrutamos.

Evidentemente hay hombres y mujeres y mujeres y hombres. Personas que están en un sitio y otras en el contrario. Mis escritos sólo se basan en la simple observación. Nada científico los avala. Sólo la experiencia que da tener ya casi los 57 años (bonita edad, ¿por qué no?...,) y las múltiples vivencias que conlleva una vida que ya está más vivida que lo que le queda por vivir.

Ante cualquier alarma que se nos presenta, de pronto se activa esa red de mujeres dispuestas a opinar, a empatizar  hasta las lágrimas, a sacar una sonrisa necesaria, a compartir la copa de vino y la cerveza bien fría, a llenar los espacios de flores y a escuchar las letras de Chavela Vargas con un deje melancólico y de esperanza. Y entre risas y lágrimas, la vida empieza de nuevo a rodar y a salir del aletargamiento en el que hayamos podido caer. La sororidad hace acto de presencia en cada caricia, en cada palabra de aliento, en cada apretón de manos y en esa mirada cómplice que llega directamente al alma. Sentirse querida en tan hermoso como querer. Sentirte valorada es tan extraordinario como valorar. Sentirse es tan especial!!!

Estos malos tiempos de pandemias, guerras, muerte de amigos y familiares, la cabeza puede decirnos basta de mil maneras. Estamos a merced de años malos que debemos convertir en buenos por el bien de nuestros hijos, por el bien de una sociedad que parece que pueda entregarse a la pena, por el bien de un mundo que parece que queramos destruir, por la alegría de vivir que debe ser nuestra bandera personal y por la unión de todos que debe ser la bandera común. De ahí la importancia de ser y sentirse mujer. De ahí la importancia de contar con mujeres en nuestras vidas. De ahí la necesidad de agarrarnos de la mano para continuar el camino que no sabemos cómo se nos pueda presentar pero que, sea como sea, juntas, al calor de nuestras sensaciones y sentimientos conseguiremos llegar a meta.

Gracias mis mujeres porque me dais alas para volar, esperanzas para seguir, calor para atravesar el invierno crudo y amor para escalar montañas. Sólo espero estar a la altura y daros todo lo que vosotras me aportáis.

Estos gañotes son receta de mi madre. Otra mujer de mi vida fuerte, muy fuerte y también dependiente de los afectos, como casi todas. Mi madre sigue conmigo en cada paso que doy y el otro día cuando hice los gañotes, aunque no tan bonitos como los de ella, sí salieron buenos, con un sabor que nos llevó a años también muy duros y difíciles que ya nunca volverán pero que fueron vividos con alegría y esperanza, como los que nos quedan por vivir.

INGREDIENTES:

1 kilo de harina

1 vaso de aceite de oliva virgen extra

2 vasos de cocimiento.


COCIMIENTO:

Hacer un cocimiento con clavos, canela, matalauva, cáscara de naranja y 2 litros de agua. Cocerlo durante una media hora para que coja sabor.

MASA:

Necesitaremos el cocimiento colado, aceite de oliva virgen y harina


PREPARACIÓN:


En un baño ponemos la harina tamizada y echamos el aceite hirviendo para que se escarde, amasar bien hasta que se quiten los grumos. Añadimos el agua del cocimiento y seguimos amasando. La masa debe estar siempre caliente.

Cuando esté lista la masa, cogemos un pellizco de ella, en la tabla y con un rulo de cocina la extendemos, doblamos y freímos en abundante aceite bien caliente.

Enmelamos con una mezcla del cocimiento y miel en el fuego.

 


jueves, 17 de febrero de 2022

PERRUNILLAS DE MI MADRE

 



Las hice el otro día. Salieron buenas, muy buenas para ser la primera vez que las hacía y para ser bastante mala repostera como soy


"A veces, quizás demasiadas veces, al desatar el nudo en el que me envuelve Morfeo cada noche, cuando la luz de un nuevo amanecer traspasa los agujeritos de la persiana de mi habitación, una sensación extraña se va apoderando de mi cuerpo poco a poco hasta llegar al corazón que palpita más rápido de lo normal  dando orden al cerebro de que hay que despertar. Sí, mi cuerpo es así, el corazón es el que manda, no el cerebro.

En pocos segundos analizo ese sentimiento extraño, como de vacío, un sentimiento que no es agradable. Una sensación que me produce rechazo. Me resisto a asemejarlo a la pena. Tampoco quiero que sea tristeza. Tal vez es desazón, inquietud, miedo o extrañeza. O tal vez es la unión de todas esas emociones.

La pereza, a esta invitada sí la conozco, quiere adueñarse de mí, me fuerza a permanecer en la cama, me obliga a atenderla con buenas formas, nada de hacerle ver que no es bienvenida. Y en esos segundos en los que todas estas sensaciones dan vueltas por el dormitorio, me resulta imposible no analizar todo aquello que no me gusta del día de hoy, o del día de ayer, o también, por qué no, del día de hace ya  muchos días porque algo quedó entonces en la trastienda que sigue apareciendo hoy. 

Pensar en los gestos que hayan podido enfadar a los demás resulta tan agotador como pensar en los gestos de los demás que a ti te han enfadado. Esa advertencia a tus hijos que ellos toman como regañina, el enfado de una amiga porque no le ha gustado tu comentario, tu pareja que te siente más arisca e inmersa en tus propios sentimientos... Mi corazón los analiza desde mi perspectiva y desde la perspectiva del otro, ¡¡menudo trabajo!!. Siente el dolor que me causan y el dolor que puedo causar. Siente la antipatía que puedo despertar y la que despiertan en mi. Mi corazón se vuelve totalmente adolescente. De nuevo acechan los por qué que parecían dormidos. De nuevo buscas razones donde la razón no debiera existir. De nuevo buscas apoyo quizás en el sitio equivocado. De nuevo buscas refugio donde no te lo quieren dar. Y los reproches se convierten en una losa que pesa demasiado. 

Antes, cuando la conversación en profundidad era nuestra manera de expresarnos, creo que acechaban menos esas sombras oscuras que tanto miedo dan. Antes, cuando los malos entendidos los conversábamos hasta la saciedad, la luz entraba como un torrente de buenas energías. Antes, todo era más fácil.

Pero, ¿cuándo era antes?. ¿Desde cuándo el ahora ha llenado de mensajes de no más de 140 caracteres nuestros móviles y muestras vidas?.

Sentir que no se es comprendido está en el bombo de las bolas igual que lo contrario. Y la inquietud. Pero también la calma. El bombo de la suerte alberga todas las vías por las que llegar a ser feliz, pero también las que te llevan a la infelicidad. Depende de las vueltas que le demos caerá la bola a tu favor o en contra.

Pero, ¿hay que entregarlo todo a la suerte?. 

Justo en ese momento despierto del duermevelas que me ha retenido pegada a las sábanas tan sólo por unos minutos. Unos minutos que han parecido horas. Porque pensar mucho es una virtud y también un defecto. Porque todo, en su justa medida, es necesario. Pero qué difícil es encontrar esa medida tan justa que nos haga ser exitosos y agradables. A día de hoy, todavía no me he encontrado con nadie que esté en el podium de la estabilidad emocional".

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Dejo a vuestro criterio pensar que lo que acabo de escribir es verdad o fruto de la imaginación de una persona que  empatiza  con quienes deben acudir a terapias de psicólogos o psiquiatras. 

Afortunadamente, en estos tiempos se habla mucho y con mucha comprensión de las personas que padecen ansiedad, depresión o enfermedades mentales. Se está normalizando acudir a terapias que ayuden a sobrellevar estas circunstancias y también se insta a las administraciones a que les ayuden y apoyen con políticas comprometidas y eficaces. 

Debe ser terrible sentir día tras día esos miedos que paralizan y esa tristeza que te alejan de los demás. Debe ser horrible no tener fuerzas para enfrentarte al día a día. Debe ser desolador no encontrar recursos para seguir viviendo. Todos pasamos por momentos duros en los que nuestro castillo de naipes se nos derrumba. Creerse que nosotros sufrimos más que el de enfrente es un error que todos comentemos. Pero si tenemos la capacidad de meditar sobre estas cosas, estaremos más abiertos y dispuestos a entendernos. Al fin y al cabo es lo que necesitamos. Sentirnos miembro importante y necesario del rebaño. Me enternecen mucho las ovejas siempre juntas, apelotonadas, sin abandonar a nadie en el camino. Al sol de primavera o a la sombra de una pared en verano. Debajo de la lluvia o dándose calor en los amaneceres helados.


INGREDIENTES:


1/2 KILO DE MANTECA DE CERDO IBÉRICO

1/4 DE AZÚCAR

3-4 HUEVOS (LA CLARA PARA ENCIMA DE LAS PERRUNILLAS Y LAS YEMAS PARA LA MASA)

4-5 CLAVOS MACHACADOS

AGUARDIENTE O ANÍS (UNA COPA)

HARINA (LA QUE ADMITA)


ELABORACIÓN:


Deshacer la manteca y en un baño, añadirle las yemas de los huevos y una clara. Remover y sumar el azúcar, el aguardiente y los clavos machacados. Incorporar la harina poco a poco y amasar bien hasta que la masa quede blanda pero que no se pegue a las manos.

Coger un trozo de masa, hacer una bola que aplastaremos hasta convertir en un rombo. En el centro le hacemos una hendidura (sin traspasar la masa) donde pondremos la clara a punto de nieve por encima. Espolvorear un poco de azúcar sobre la clara.

Al horno a 180 grados durante unos 40 minutos. Ir observando para que no se quemen y hasta que queden doradas.




miércoles, 5 de enero de 2022

CREMA DE ESPARRAGOS CON MANZANA Y QUESO GORGONZOLA


 



Llega un señor de barba a un lugar alejado de un pueblo alejado de casi cualquier lugar, amigo del maestro que aquel año recaló en Cabeza la Vaca. Dos chicos jóvenes, guapos, casi recién salidos de la Escuela de Magisterio. Don Juan, nuestro maestro, quiso llevar aquel día a su clase al amigo al que seguramente le había hablado de ese peculiar destino que le había tocado en suerte ocupar. Un destino particular dentro de la particularidad de ser maestro de escuela en zonas rurales allá por el año de 1970 más o menos. Un lugar que en apariencia despertaba cada día con la pereza de quienes se sienten abandonados a su suerte. Un lugar a la espera impaciente pero calmada de un cambio que no tardaría en llegar. ¡Y menudo cambio!. Las aulas de tercero y cuarto de EGB se encontraban entonces en medio del campo a casi un kilómetro del pueblo, en el Ejido. Nosotros, creo, fuimos, si no los últimos, sí los penúltimos niños que tuvimos que ir tan lejos.

Las generaciones que despedimos la dictadura en el colegio y dimos la bienvenida a la democracia en el instituto, tenemos un especial poso que siempre nos ha invitado a bailar con el atrevimiento más jovial de la mano de la prudencia. Y de forma muy especial, quienes nacimos en pueblos de jornaleros donde tan difícil era ver la opulencia y el bienestar y totalmente imposible disfrutar de esos privilegios, la magia de la noche de Reyes era tan real como las estrellas que guiaban el camino de los camellos hasta llegar a nuestro hogar. La carta estaba escrita con tanto tiempo que al paje real se le olvidaba algún año el sobre en el bolsillo de la chambra y aparecía cuando menos pegaba.

Queridos Reyes Magos. La Q, la R y la M, eran escritas con letra gótica, recreando un trazo elegante y en tamaño considerable al que le añadíamos estrellitas, bolitas de navidad y copos de nieve. Procurábamos no salirnos de las líneas marcadas con los lápices de colores de punta gruesa, evitando el "aguza" para que duraran grandes lo más posible. Cuando el lápiz estaba ya tan pequeño que ni con nuestras pequeñas manos éramos capaces de cogerlo, el miedo a quedarnos sin ellos y que los nuevos tardaran en llegar, hacía que la prudencia marcara el ritmo del coloreo.

Qué fácil era decirles que ese año habíamos sido muy buenas. Y qué fácil era pedir lo que queríamos una vez al año, a nosotras que la vida casi nos lo tenía prohibido el resto de días porque de nada servía hacerlo.

De pronto, la barba avanza hacia mí al mismo ritmo que mi corazón empieza a latir con rapidez. Que viene, que viene, ¿qué querrá? ¿Qué viene a decirme? Mi torpeza, inversamente proporcional al desparpajo del muchacho amigo de mi maestro, me hace tartamudear respondiendo a la pregunta: - "Qué le has pedido a los Reyes, bonita". -"Un lá aapiz y u una libreta..." -"¡No me lo puedo creer!; toma cinco duros y compra el lápiz y la libreta, chiquilla, y pide a los Reyes Magos una muñeca..." Imagino la escena desde la lejanía con el tamiz peculiar y romántico del paso de tantos años y no puede enternecerme más esa niña que un día fui y que todavía muchas veces sale de mi interior para recibir con tanta ilusión este día que ahora comparto con mis hijas, con mi Santo y con mi familia. Ahora casi nunca pido nada porque sé que vendrán más cosas de las necesarias, pero sigue viva esa ilusión. Muy viva, muy real, tan real como esos Reyes a los que esta noche dejaremos anís y mantecados antes de irnos a dormir; mantecados y anís que yo recogeré por la mañana para que mis hijas crean que se lo han tomado. 

La ilusión, la fantasía, la alegría y la generosidad hay que trabajarlas cada día. El día de Reyes, más. Porque la vida es fantasía y realidad y a veces no debemos dejarnos llevar sólo por uno de esos dos sentimientos. Vivir la realidad con sensatez no es igual que vivirla con frialdad. Vivir la fantasía con ilusión no es lo mismo que vivirla con ignorancia. Y treatralizar momentos que van a quedar en nuestra memoria, nos honra a quienes estamos cansados de tanta sensatez. A veces hay que dejarse llevar por la fantasía aunque debamos llamar a gritos a la alegría. 


INGREDIENTES


Dos manojos de espárragos verdes

1 manzana

150 ml de nata para guisar

200 grms de queso gorgonzola

1 litro de caldo de verduras

AOV

Sal

Pimienta recién molida


PREPARACIÓN:


Lavamos y cortamos los espárragos en trozos pequeños. Reservamos unas dos puntas por comensal.

Ponemos aceite en una olla al fuego y echamos los espárragos y la manzana pelada y cortada en dados. Rehogamos un poco, añadimos la sal y la pimienta y el caldo de verdura. Dejamos que cueza hasta que los espárragos estén blandos.

En un cazo ponemos la nata y el queso también al fuego. Dejamos que se mezcle bien y que se derrita el queso moviendo para que no se pegue. Cuando esté listo, separamos del fuego y reservamos.

Rehogamos las puntas de los espárragos en una sartén y reservamos también.

Cuando estén blandos los espárragos, batimos y pasamos por el chino. Listo.

Al servir la crema, por encima echamos la mezcla de la nata con el queso y las puntas de espárragos.

jueves, 16 de diciembre de 2021

JUDÍAS BLANCAS CON MEJILLONES

 



Estoy harta de los problemas del primer mundo... 

Yo ya he muerto y sé quien me ha llorado...

Ni comiendo con una persona dos sacos de sal (¡ya tiene que pasar tiempo!), acabas conociéndole...


Anda últimamente mi cabeza alterada y mi corazón inquieto. Así que pasen los años, situaciones típicas de adolescentes se presentan ante nosotros sin saber muy bien cómo atajarlas porque te enfrentas a ellas con mucha edad, mucho vivido y con cara de teletabi por lo extrañas que resultan. Revivimos momentos que parecían olvidados en el baúl de los recuerdos, en mi caso en el arca de los recuerdos de mi casa, ese primer mueble que se alojó en nuestro hogar. 

Pues eso, observamos situaciones como en una moviola que no puede parar de ir de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante sin que nos de tiempo a parar la imagen y corregir lo mal que hicimos en el pasado o rectificar lo que en el presente se ha errado. Es como si el aprendizaje no hubiera soportado el paso del tiempo, como si nuestro instinto de niña que sigue ahí agazapado, saliera de pronto y se impusiera al respeto y entereza que debe mostrar la mujer de hoy. Ese instinto juguetón y diablillo nos manipula muy a menudo; quizás más veces de las debidas. O tal vez, más conscientes de lo que creemos, le dejamos florecer y que nos haga compañía movidos por esa lógica añoranza que intentamos ocultar un poco avergonzados.

Mi madre decía que ella "ya había muerto y sabía quien le había llorado". Empezó a decirlo a raíz de una depresión sufrida cuando la menopausia hizo acto de presencia en su vida y casi todos nosotros volamos del nido. Ahora que tanto se habla de las enfermedades mentales, ahora que parece que, por fin, no debe ser un tema tabú, es más fácil comprender a quienes las padecen. Debe ser un sufrimiento tan grande que mi madre lo comparaba con la muerte. Y como si hubiera vuelto del otro barrio, ella vio y vivió de forma muy intensa quien estuvo a su lado; quien la cuidó, la mimó y sobre todo, quien la entendió. Después la vida le demostró que no hay que ser tan tajante en casi nada.

Mi padre, mirando el horizonte con su trozo de pan en la mano izquierda y el tocino recién asado encima; su navaja en la mano derecha cortando trocitos muy pequeños para llevárselos a la boca, en esos almuerzos al sol de invierno en la época de la recogida de la cosecha de las aceitunas, con voz socarrona nos decía muchas veces: pues ni comiéndote dos sacos de sal con una persona acabas de conocerla nunca. Él trabajó y compartió pan, tocino y sal con mucha gente a lo largo de su vida. Largas conversaciones, múltiples experiencias, duras situaciones. 

Entre dichos y refranes, el poso de educación y formación iba creándose en todos mis hermanos. Un poso que por mucho que pase el tiempo, siempre está ahí latente, vivo, tan vivo como el recuerdo de mis padres. Son mis sabios...

Indudablemente todo lo vivido, como lo hemos vivido y con la gente que lo hemos vivido, condiciona nuestro pensamiento, nuestra forma de ser y nuestra manera de mostrarnos ante los demás. Y como seres humanos e inteligentes que somos, nunca paramos de aprender y de alimentar nuestro espíritu. Aprendemos en general, en abstracto y luego procesamos ese aprendizaje ubicando lo recibido en el lugar que corresponde. La tolerancia debe ser la guía principal en el aprendizaje. La tolerancia y el entendimiento. Si no entiendes lo que recibes o no lo toleras por principios o por cabezonería, es muy difícil que se aprenda algo. Pero, aquí llega otra ventana que se abre: la ventana del aprendizaje en negativo. De lo que no entiendes, de lo que no te gusta, de lo que no te llega, también sacas la conclusión de qué es lo que debes apartar de tu camino porque nunca te va a aportar nada bueno. 

Y así llego a la primera frase del texto porque quiero que sea la última reflexión: ESTOY HARTA DE LOS PROBLEMAS DEL PRIMER MUNDO. 

Me chupan mucha energía quienes quieren mejores condiciones en su trabajo, más dinero en la nómina, más derechos, mejor educación para sus hijos, una sanidad de diez. Los países más ricos en donde todo eso se tiene cubierto, generalmente, son los países más intolerantes, más misóginos, conservadores, racistas y homófobos, los que tienen a sus pobres más empobrecidos. Quienes más tienen son los más proclives a que los demás tengan menos, al menos los que lo facilitan. Si yo tengo calefacción central en mi casa, sé que mucha gente no puede permitirse ni un brasero, pero aún así, salgo a la calle a pelear por una mejor calidad de vida para mí y los míos. 

Hace mucho que renuncié a esa lucha. Mientras en mi entorno haya personas que viven peor que yo, nunca pelearé por una mejora en mi vida. Hablo desde la posición de una persona que aun no siendo rica, siente que lo es porque mis necesidades básicas y las de mis hijas están cubiertas. Porque mi futuro y el de mi Santo está casi asegurado y el de mis hijas se avecina apacible.

Yo no renuncio a compartir con mi gente mis malos momentos, que los hay, claro!. Tampoco hay que renunciar a la queja porque a veces nos sentimos débiles ante las cosas que nos ocurren. La vida es dura para todos. La mía tampoco ha sido fácil, tampoco es ahora una balsa de aceite, pero precisamente por eso, cuando ahora miro hacia atrás y compruebo que con poco se puede ser feliz, no anhelo otra cosa que quienes tienen menos puedan tener lo mismo que yo. 

Pero esta forma de pensar o de ir por el mundo aburre a la gente. No queremos cosas feas en nuestro entorno. No queremos entrar en polémicas que, parece ser, nada nos aportan. No es guay hablar de política, de derechos humanos, de los pobres y de los ricos. No nos sentimos ricos aun siéndolo, porque no es más rico quien más tiene sino quien es más feliz con lo que tiene y piensa un poco en el que menos tiene. Nos quejamos de pagar impuestos cuando son la base de la igualdad de oportunidades. Siempre achacamos a quienes mueven ficha que lo hacen mal o que podían hacerlo mejor desde el cómodo sillón de nuestra casa, con nuestro vaquero de moda y las botas de piel buenas y ante una suculenta mesa para cenar.

Y como una es lista y cada mañana se propone ser prudente, tomo nota, recibo la información de quienes no les gusta escuchar mis tochos, la proceso con toda la amabilidad que me puedo permitir y concluyo que en boca cerrada no entran moscas.  Mi madre también me enseñó que por la boca muere el pez, así que: cuidadito con lo que se habla. Este refrán, más popular y conocido, debió calar en mucha gente. De alguna manera, yo también he muerto ya y sé quien me ha llorado. Y de alguna manera, compruebo en mi persona las sabias palabras de mi padre porque nunca se acaba de conocer a la gente.


INGREDIENTES:


Dos botes de judías blancas

600 gramos de mejillones

1 tomate

1 pimiento rojo

4-6 ajos

1 cebolla

1 calabacín

1 zanahoria

Pimentón de la Vera

1 hoja de laurel

1 ramita de tomillo

1 vaso pequeño de vino

Aceite, sal


PREPARACIÓN:


Lavar y escurrir las judías.

Hacemos un sofrito con la cebolla, los ajos y el pimiento. Añadimos el tomate rallado cuando la cebolla empiece a transparentar.

Limpiamos los mejillones. Ponemos en una olla con un poco de agua y vino blanco en el fondo al fuego. Cuando empiece a hervir, echamos los mejillones, tapamos y en unos minutos, en cuanto se abran apartamos. Sacamos los mejillones de la concha y reservamos los mejillones por una parte y el agua por otra.

Lavamos el calabacín y pelamos la zanahoria. Cortamos las dos cosas en trocitos pequeños y lo salteamos en un poco de aceite.

Añadimos las judías al sofrito junto al jugo de hervir los mejillones y el salteado de verduras. Echamos la hoja de laurel, cubrimos de agua y dejamos que hierva hasta que la verdura esté al dente. Momento en el que salpimentamos y sumamos al guiso los mejillones. Dejamos que cueza unos minutos y a servir!!!


martes, 26 de octubre de 2021

GUISANTES CON CALAMARES EN SU TINTA Y HUEVO ESCALFADO

 



Apenas el sol viene calentando entre las encinas, higueras y olivos dibujando curiosas imágenes a través de sus hojas, el carbón del anafe ya está hecho brasas. Encima del fuego, la olla con los garbanzos empezando a burbujear y desprendiendo un olor tan familiar como apetecible. El cartón de huevos, manchado de grasa y quemado por las esquinas, es movido con ganas a modo de abanico para avivar las brasas cuando se ralentiza el calor. En el fuego de la cocina de butano, otra olla con agua hierve una morcilla de sangre de la matanza para desgrasarla. Y, previamente, los huesos de espinazo, el tocino, el trompo de cerdo y la oreja habían sido desalados la noche anterior cuando los sacó del saladero y puso a remojo los garbanzos: dos puñaditos por persona, el agua templada y un pellizco de sal. El tintineo de los garbanzos al caer en la olla, una nana que acompaña infinitas noches.

Ahora, sus manos pelan las patatas, las lava y corta en trozos muy pequeños sobre un azafate de zinc blanco con el borde azul descascarillado por varios sitios. Esta labor, parsimoniosa y concienzuda casi a buen seguro sirve para ordenar en su mente las tareas del día, hablar con el marido cuando llegue a almorzar. La escuela de las niñas: más cartillas y más lápices para comprar...!. Las garrafas de aceite: sólo quedaba la última, tendría que ir al molino a por más;  la reforma que debían hacer en el cuarto de baño,  los alambres que este hombre, ay señor, no para de comprar y así no hay manera de ahorrar para la obra. La leche de las ovejas y las cabras, que la deje allí abajo porque el queso le toca hoy a la nuera. También le dirá que todavía no han recibido la carta de los de Barcelona este mes...

Esta liturgia, mucho más sagrada para ella que la misa de los domingos a la que casi nunca iba, repetida hasta la saciedad a lo largo de su vida, enmarcó una realidad de entrega a los demás que, con alguna queja que otra, iba enlazando un día con el otro, un verano con el otoño y unas navidades con la feria del pueblo. El tapiz tejido durante su existencia cubre hoy su cama de matrimonio, el arca de madera, el doblado con las patatas extendidas para que no se pudrieran, la cesta de mimbre donde las bajaba, la terraza con los alambres donde secar la ropa, su sillón donde tantas horas vio en la tele alguna novela y el pasapalabra y, también,  sus atardeceres silenciosos y a oscuras que tanto la invitaban a meditar y que tanto le gustaban. Pero sobre todo, ese tapiz cubre cada rincón de su cocina. En ella sus manos parece que sigan presentes en cada puchero, en el barril de la Virgen de los Remedios, en el almanaque de los piensos, en la foto de soldado de su hijo mayor, en esas sartenes tan viejas y tan bien cuidadas, en el azucarero que sólo usaba ella, en su taza de desayuno con su cuchara que a nadie dejaba usar. Sus pies la llevaban más rápido de lo que su cuerpo podía escaleras arriba, escaleras abajo, de la cocina al salón, del salón a la cocina.

Ese fue mi mundo durante muchos años. La protagonista de esta pequeña historia, Lorenza, mi madre guapa.

Los recuerdos y las vivencias, con el paso del tiempo se van dulcificando y de alguna manera nos vamos reconciliando con lo que fuimos, con lo que nos rodeó y con quien nos parió, porque si bien ahora, con la perspectiva del tiempo pasado y mucho vivido, un halo romántico envuelve esos recuerdos, cuando fueron vividos, la dureza de algunas circunstancias hicieron más de una vez que las lágrimas inundaran nuestro rostro y las palabras se quedaran en la garganta. Y esos nudos en la garganta debimos tragarlos sin ninguna contemplación.

Este domingo, limpiando la lápida de mi madre para los días que se avecinan, un sol radiante nos alumbraba. Y en cada paso de la bayeta por las letras que revelan su nombre, la imagen de sus manos cortando las patatas o las rebanadas de pan que por las tardes nos daba con aceite y azúcar, parecía como si por un momento se hubieran unido a las mías para calmar mi añoranza de ella. Es cierto que siempre está en mí, conmigo, con todos nosotros, pero también es cierto que unos días más que otros.

Hoy me observo y observo a mis hermanas. Es curioso como nos vamos pareciendo cada día más a ella. Y lo que antes podía resultar chocante y hasta no gustarnos, ahora nos despierta una gran sonrisa. El círculo de la vida que vamos recorriendo, poco a poco lo vamos completando y al menos para mí, refugiarme en el calor de mi madre me sigue dando fuerzas para seguir, para amar a mis hijas, para intentar entenderlas, también para ser dura con ellas cuando creo que hay que serlo. Es ley de vida.

El calor de una madre se lleva siempre impregnado en cada rincón de nuestra piel y en cada sentir de nuestro corazón. Y al contrario de lo que pueda parecer, cuando ya no están, nunca desaparecen porque la esencia de nuestro ser es parte de la esencia de ese ser que nos dio a luz. Por eso yo siento a mi madre con alegría por sus cosas, con mucha calma de haberla entendido y querido y por haberla acompañado cuando lo necesitó.

Lorenza es mi madre y lo digo en presente porque nunca dejará de serlo.


INGREDIENTES


1 kilo de guisantes congelados

1/2 kilo de calamares

Tinta de calamar

Cebolla

Ajo

1 tomate

1 puerro

Perejil

Vino blanco

1 litro de caldo de verduras

1 huevo por comensal


PREPARACIÓN


Descongelar los guisantes en agua hirviendo durante unos minutos. No necesita mucho porque luego se cocerán en el guiso.


En una olla poner un poco de aceite, cortar la cebolla y el puerro en trozos pequeños y al fuego. Cuando la cebolla empiece a trasparentar, añadir los ajos cortados en láminas. Dejar un par de minutos y echar el tomate rallado. Remover.

Añadimos los guisantes al sofrito, unimos todos los ingredientes, echamos un vaso de vino blanco, esperamos que evapore el alcohol, ponemos la tinta de calamar y el caldo de verduras. Dejamos cocer.

En una sartén ponemos una cucharada de aceite y asamos los calamares cortados en dados pequeños. Cuando estén doraditos, añadimos a la olla de los guisantes con el jugo que han soltado. Salpimentamos, removemos y dejamos cocer hasta que los guisantes estén blandos. 

Ponemos un cazo con agua y un poco de vinagre a cocer. Cuando esté a punto de hervir, echamos el huevo y dejamos que se cubra la yema con la clara. Sacamos y escurrimos bien. Hacemos los mismo con los otros huevos y al servir los guisantes, los vamos poniendo encima espolvoreando un poco de perejil.