Y las familias van creciendo...
El que hasta hace nada de tiempo era nuestro núcleo familiar, ahora se ha convertido en dos, tres, cuatro, cinco o hasta siete núcleos familiares como es mi caso, y si lo unimos a la familia de mi Santo, pues llegamos a doce. Todos hemos construido con esfuerzo, a nuestra imagen, con buena intención y mucho amor, una pequeña ostra que la mayor parte del tiempo, por protección hacia las perlas que en ella anidan, ha permanecido cerrada. Muy de vez en cuando la abrimos pero sobre todo los primeros años de independencia del gran núcleo, cuando uno se construye su propia ostra y puede convertirse (o no) en dos o en tres, cuatro o cinco..., y si se es muy valiente en más, nos sentimos tan pendientes de nuestro yo que es prácticamente imposible que quepa un alfiler a nuestro lado. Parece que todo resta aunque todo sume y parece que eternamente vayas a vivir de esa manera.
Un buen día descubres que si esa ostra no se abre más a menudo, las perlas van perdiendo brillo y quedamos anclados y apartados del mundo por falta de alimento. Y abrimos nuestras casas a los amigos, al resto de la familia. Crecemos con nuestras propias experiencias pero sobre todo, compartiendo esas experiencias con las de los demás, porque mirarse demasiado al ombligo nos hace enanos de mente y cerrados de espíritu. La amplitud de miras siempre es beneficiosa y comprobar que el resto del mundo sigue girando y girando, nos hace ver que somos perfectamente prescindibles.
Y en fechas que no se muy bien por qué (bueno, sí sé por qué, pero ahora no tengo ganas de meterme con la Iglesia, que es muy largo y aburrido. Otro día), toooodos los núcleos creados tienen que unirse sí o sí en un día concreto, a una hora concreta y de una forma más o menos uniforme al resto de la humanidad. Y ahí que vamos con nuestras mejores galas, nuestra mejor intención y una mesa llena de ricos manjares que nunca se acaban. Y haciéndonos fuertes frente a la multitud de chistes de suegras, cuñados o niños impertinentes, nos sentamos a esa mesa con la intención de no meter mucho la pata; no hablar demasiado; escuchar a los demás y sonreír mucho, porque la felicidad debe sobrevolar las luces de colores, las serpentinas brillantes y las hojas del pino artificial, que somos muy ecologistas.
Y cuando todo termina, de vuelta a nuestra particular ostra, cuando dejas caer tu cuerpo destrozado en tu sofá, te das cuenta de que algunos juntorios podrían evitarse, que no hay que forzar situaciones porque a nadie benefician y que la vida va pasando por todos, pero las experiencias no enriquecen por igual; te das cuenta de que poco o nada tienes que ver con algunos de los que se sientan a esa mesa colmada de comida que refleja nuestro afán de ser más, de cocinar mejor, de ser mejor persona o más inteligente, más simpático; más reservado. Los años van pasando, sí, pero no pasan igual para todos.
Hace unos años, cuando llegué a Sevilla, una amiga me contaba que la Nochebuena la alternaban con la familia, cada año con una, y que la Nochevieja se la dedicaban a ellos: para viajar, ir con amigos o simplemente quedarse en casa más a gusto que un arbusto. Y recuerdo también que a mi me sorprendió mucho!! Yo que eso de los juntorios familiares lo llevo muy a rajatabla!!. Pues bien, hoy, con el paso del tiempo, debo darte la razón querida amiga y además, envidiarte, porque las obligaciones nunca son buenas, porque es mejor provocar juntorios familiares cuando a una le apetezca que no seguir las normas de lo que marcan los calendarios en rojo.
Pese a todo, hemos sobrevivido y debo decir que estas navidades han estado muy bien: algunos objetivos conseguidos y otros no. Algunas risas forzadas y muchas espontáneas; muchos besos y amor aunque no siempre unidos; vida, camino y otro año más que afrontamos con ilusión, es verdad, con mucha ilusión y con el convencimiento de que para sobrellevar todo este tinglado, nada como el respeto....
Esta receta, aunque yo la haya variado un poco, es de mi amiga Reme.
- 2 calabacines verdes
- 3 huevos
- 1 bolsa de palitos de mar
- 1 bandeja de salmón ahumado
- 200 gramos de gambas cocidas
- Mayonesa
PREPARACIÓN:
Ponemos agua a calentar y cuando rompa a hervir, echamos los calabacines que previamente habremos lavado y cortado (con piel incluida) a dados pequeños. Dejamos que hiervan unos 3-4 minutos para que no queden blandos y tengan cuerpo. Sacamos, escurrimos reservamos.
A la vez, poner a cocer los huevos en otro recipiente al menos unos 10/15 minutos.
Mientras, vamos picando muy pequeño los palitos de mar y el salmón ahumado.
Pelar las gambas cocidas y cortarlas a la mitad o en tres partes.
Pelar y cortar los huevos en dados pequeños.
Hacer una mayonesa o usar de las compradas.
Unir todos los ingredientes, remover bien y a la nevera al menos 6 horas.
Este año, en flamenco, estamos aprendiendo a bailar esta música. Muy bonita, aunque no esta versión, sino la de Paco Montalvo
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