Caer en contradicciones es humano y quien no quiera reconocerlo o admitirlo, deja de ser un poquito humano para convertirse en un poquito más cabezón.
Hace diez años la Feli de entonces estaba bastante más ocupada que ahora en la crianza de las niñas y el trabajo. Uff!!, pienso en aquellos años y parece que nunca fuimos así, que lo que siempre hemos sido es lo que ahora somos. La Feli de entonces también era de las que decía que "en mi casa no entra un animal"... Pero la Feli de hace diez años recibe un buen día una llamada divina que hace que de forma totalmente irrefrenable tengamos que tener en casa un perro. Llamo por teléfono a mi Santo porque estaba trabajando y no podía esperar a que nos viéramos o tal vez porque no quería ver su cara cuando le revelara mi interés y consiguiente petición: "¿Mingo, qué te parece si este año le pedimos a los Reyes Magos un perrito para las niñas?". Podemos imaginar la cara que pondría porque se hizo un silencio y al cabo de unos minutos empieza a reír y a decir que nunca dejaría de sorprenderle.
Es fácil convencer a mi Santo. Mori se llama el resultado. Una teckel arlequín de pelo corto.
En casa de mis padres siempre ha habido perros. Sigue habiéndolos. Pero los perros estaban en el campo y las personas en las casas. La relación que teníamos con ellos era muy agradable pero en casa nunca entraban. No tuve que mentalizarme en absoluto de que a partir del momento en el que Mori estuviera con nosotros sería otra ocupación y preocupación más en nuestro hogar siendo debidamente consecuente con la decisión tomada. Sin embargo, a día de hoy, debo decir que ha sido una de las decisiones que más satisfacciones nos ha dado y no tanto por la perra como por la felicidad de mis hijas. Para ellas que tenían 11 y 9 años entonces, estos diez años cuidando a Mori, queriéndola, jugando con ella, disfrutándola y sufriendo cuando se pone enferma, han sido años muy felices. Nunca olvidaré sus caras el día de reyes por la mañana cuando de una caja de regalo sale Mori tan pequeñita y con esos ojos tan bonitos que tiene mirándonos un poco desamparada y asustada.
Pues bien, Mori ha sido y sigue siendo un trabajo más en la casa. Hay que limpiar más, hay que cuidarla, darle de comer, sacarla todos los días a pasear, llevarla a la veterinaria, etc. En igual medida o quizás más, también es una alegría y una perfecta compañera. Hace unos días empezó con vómitos y diarrea. Ay señor, qué fatiguitas me dá!!!! Yo quiero mucho a Mori, pero tampoco soy de las que permite que se meta en las camas o que no haga vida de perra. Es un miembro más de la casa pero no es un humano más. Ella tiene su espacio y nosotros el nuestro. Ninguno invadimos el espacio del otro. Así hemos conseguido que la convivencia sea lo más llevadera posible.
Parece ser que Mori ha tenido una gastroenteritis o quizás la covid de los perros. El caso es que como la vio la veterinaria un poco chunguilla, nos pidió hacerle una analítica porque creía que podría tener problemas de tiroide. "Como mi mujer", le dice Mingo sonriendo, a lo que ella contesta que si en algo se parecen los animales a sus dueños es en las enfermedades. Nos dio la risa.... Pero bien que nos reímos!!!!. Madre del amor hermoso..... Una no para nunca de aprender.... Parece que no es tiroides, pero sí otra enfermedad hormonal. Nada importante....
Esta es nuestra perra, Mori, recién llegada a casa y ahora.
INGREDIENTES:
1 kilo de patatas
2/3 ajos
2 tomates maduros
1 pimiento verde
1 pimiento rojo
1 cebolla
1 huevo por comensal
1 cucharada de pimentón de la Vera
1 hoja de laurel
Un poco de perejil
Caldo de verdura
Aceite de oliva virgen
Aceite de trufa
Sal
Pimienta negra
PREPARACIÓN:
Lavamos las patatas, las pelamos y las cortamos en rodajas no muy gruesas. Pelamos los ajos y la cebolla, lavamos los pimientos y retiramos las semillas y cortamos todo en dados pequeños. Los tomates los rallamos.
Ponemos una olla al fuego con un poco de aceite añadiendo la cebolla y los pimientos, rehogamos unos minutos y echamos los ajos. Dejamos un momento y ponemos la cucharada de pimentón y el tomate rallado. Movemos bien y dejamos que cueza el sofrito hasta que se evapore todo el agua. Incorporamos las rodajas de patatas y cubrimos con caldo de verdura (si no tenemos, con agua también sale bien). Dejamos cocer hasta que las patatas estén blandas y el caldo casi totalmente evaporado.
A la hora de comer, hacemos cuatro huecos en las patatas y echamos los huevos. Espolvoreamos con sal y la pimienta recién molida y al horno precalentado a 200 grados unos 5 minutos. Las yemas de los huevos deben quedar líquidas y las claras cuajadas. Cuando esté listo, lo sacamos del horno y espolvoreamos el perejil por encima y un chorreoncito de aceite de trufa en cada plato.
El recipiente ideal para este guiso es la olla de hierro que podemos usar a la vez en el fuego y en el horno.
Holaaa
ResponderEliminarQue comentarios tan bonito. Y el guiso tiene q estar riquísimo!!!. Por la pinta que tiene, que manos y qué buena cabeza. 👏👏
ResponderEliminarNo lo puedo creer, esta es mi historia Feli!!!. Sólo que la mía se llama Luna. Yo creo que la quieren más que a mí , es broma. Un saludo enorme
ResponderEliminarGrande que un animalito tan pequeño depare tanta felicidad.
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