martes, 2 de marzo de 2021

PASTEL DE QUESO Y BACON CON MASA FILO

 



 

De todo este lío del coronavirus, lo único que he sacado en claro de momento es que la sociedad que hemos creado, la que estamos construyendo los que ahora tenemos la capacidad de hacerlo, es una sociedad tremendamente infantilizada. Me avergüenza haber participado. Me entristece seguir alimentando tal despropósito. Hemos de hacer un análisis profundo de este hecho. Debemos cambiar el rumbo tomado.

A las autoridades les da miedo prohibir,  recomendar o ser claros en los datos que aportan cada día sobre el número de muertos, la ocupación de enfermos en UCI o el cierre perimetral de poblaciones.

Los medios de comunicación se ensañan cada día con lo peor de las noticias alimentando el miedo, que no la prudencia, de quienes les escuchan, llevando al terreno social debates que sólo corresponden a los científicos. Como si ahora todos debiéramos ser epidemiólogos, virólogos, estadistas o tener amplios conocimientos en vacunas, haciéndonos creer que sabemos mucho de algo de lo que no tenemos ni idea. 

De pronto se convierten en héroes de la patria y líderes reivindicativos un rapero inculto que no hace más que decir sandeces y una facha igualmente inculta embarcada en barbaridades que asustan.

Y nosotros nos desesperamos porque no podemos ir a un bar a la hora que nos apetezca.

En nuestras charlas con familiares o con amigos somos muy prudentes a la hora de abordar temas que puedan dejarnos la sensación de que no hemos aprovechado el tiempo para reír o divertirnos. Esquivamos hablar de política no sea que alguien se moleste, evitamos tratar el mundo "enfermedades" porque, oye, bastante es  con la que tenemos encima como para ahora, además, perder el tiempo contando historias que entristecen. Nos cambiamos de acera para no ver la larga fila de personas con carritos de la compra esperando su turno para que alguna asociación les den algo de comida para ese día.

Y en nombre de la pandemia y la crisis económica y social que ha provocado, justificamos un todo que nunca ha sido tan cercano a cada uno de nosotros, porque, si bien hasta ahora todos esos temas que esquivamos eran más o menos generales y poco o nada nos afectaban, hoy por hoy es la realidad que todos y cada uno de nosotros vivimos. Hablamos con demasiada ligereza de depresiones, tristeza, abatimiento y agotamiento. Nos empeñamos en estar mal cuando en realidad es mentira. Una gran mayoría, entre la que me encuentro, vivimos prácticamente igual que hace dos años. A pesar de que nos intenten hacer ver lo contrario, nuestras vidas no han cambiado tanto. Y a pesar de nuestro hastío, debemos ser sensatos y reconocer que sólo llevamos un año en circunstancias especiales. Sí, la espada de Damocles se cierne sobre todos nosotros. El campo minado de bombas que pueden estallar en cualquier momento, está ahí, en cada salida que hacemos o en cada recomendación sanitaria que desatendemos. 

Cuando veo a las generaciones más afectadas por este virus, esas generaciones de mayores que han vivido tanto y en circunstancias tan difíciles, no puedo dejar de pensar que nosotros, los beneficiados por el esfuerzo callado de ellos, somos como niños que nos han quitado un juguete.

Cuando escucho en boca de gente admirada y reconocida que los jóvenes de hoy lo tienen más difícil que lo tuvimos nosotros, no puedo por menos que sentir esa tristeza de la que antes os hablaba por haber sido partícipe del resultado de esta locura de sociedad que hemos desdibujado, difuminado, alejado de una realidad mucho más natural y no tan impostada. No es cierto que lo tengan más difícil!!!!. 

Hablar de política es sano, educa a quienes participan de la charla, enseña a quien está más alejado de ella y rectifica conductas que son equivocadas. 

Escuchar a quien se encuentra mal por una enfermedad, porque un ser querido está mal o porque su vida no atraviesa un buen momento, no es síntoma de debilidad, todo lo contrario. Olvidamos que la palabra, el aliento, la compañía y sobre todo la comprensión y entrega son herramientas que nos legaron nuestros mayores para conseguir una óptima adaptación al medio. Caminar al lado de quien necesita ayuda no solo es una muestra de generosidad sino un motivo de alegría a la vez que siembra un camino de seguridad para quienes nos siguen.

Hay que reconocer y admitir que estamos viviendo unas circunstancias  especiales, que una pandemia es una pandemia, que unir un número muy elevado de muertes con un colapso de la sanidad pública es una barbaridad pero, aún así, debemos y tenemos que seguir afrontando el día a día con cierta normalidad relativizando y no cayendo en las redes de quienes ven en estas circunstancias la oportunidad de infantilizarnos aún más. Sin duda alguna para beneficiar al siempre "poderoso caballero es don dinero..."

Pero especial atención debemos poner a la hora de mirar y ver esas colas de carritos esperando un plato de comida. Hacia esas personas deberían dirigirse todos nuestros esfuerzos, toda nuestra energía, porque desgraciadamente este virus a quien más afecta es a quien menos tiene. Los que han perdido sus casas, los que se han quedado sin trabajo, los que antes no tenían ni casas ni trabajos. Esa pequeña parte de la sociedad de la que nos olvidamos con mucha facilidad. Dejemos ya de pedir más para nosotros y pidamos más para ellos. Nosotros, la gran mayoría, seguimos igual. Estamos bien. Vivimos bien. Ellos no. Ellos han empeorado sus ya pobres vidas. 

Y nosotros seguimos pendientes de si nos van a dejar movilidad entre comunidades o entre países en semana santa.... Una actitud muy adulta, verdad?


INGREDIENTES:


12 hojas de pasta filo

200 gramos de bacon

200 gramos queso feta

200 gramos queso cheddar

100 gramos queso gouda

50 gramos de parmesano

4 huevos

200 ml. leche

200 ml. nata

Orégano

Nuez moscada

Aceite, sal y pimienta


PREPARACIÓN


Desmenuzar el queso feta y rallar todos los demás. Mezclarlos en un bol. 

Cortamos el bacon en dados pequeños y lo rehogamos en una sartén con un poco de mantequilla.

Untamos un molde de horno con aceite, ponemos una hoja de pasta filo encima, pincelamos con aceite, otra hoja encima y así hasta cuatro hojas juntas. Todas pinceladas con aceite.

Añadimos la mitad de la mezcla de quesos y la mitad del bacon. Colocamos otras cuatro hojas de pasta filo pinceladas cada una con aceite encima de la masa, echamos la mezcla de queso y bacon restante y terminamos con otras cuatro hojas de pasta filo pinceladas con aceite.

Cortamos el pastel en trozos a vuestro gusto.

Precalentamos el horno a 180 grados.

Batimos los huevos y mezclamos con la leche y la nata. Salpimentamos y añadimos una cucharada de orégano y nuez moscada rallada en el momento a vuestro gusto. Batimos y vertemos la mezcla en el molde de forma que penetre bien en todo el pastel por los cortes que hemos hecho.

Hornear unos 35/40 minutos. Servir caliente, aunque frío también está bueno y es una buena opción para llevar un día de campo.





1 comentario:

  1. Desde luego que tienes toda la razón... Cada vez damos más importancia a lo que no la tiene... Vamos a valorar lo que de verdad importa y a echar una mano donde nos necesiten... Vivimos en una época en la que debería ser prioridad la unión entre nosotros para así proteger al más débil pero... Que difícil es...
    Pintaza del plato 😋😋

    ResponderEliminar