lunes, 1 de febrero de 2021

TORTILLAS DE POLLO

 




Muchos días, al volver del paseo con mi perra Mori, entro en una frutería en la que trabaja un chico pakistaní donde suelo comprar la fruta y la verdura. Muy majo, simpático y amable con su clientela. Incluso un día llamó a su madre para que le explicara cómo se hacían las lentejas rojas a petición mía. Tan incomprensible me resultó la conversación que mantuvieron en voz alta y gesticulando mucho como la receta que luego me dio el chaval.

Casi siempre voy acompañada de mi Santo. A veces, sola. Uno de esos días en los que entré a comprar sola, una chica con atuendo propio de su tierra, de pronto y al fijar yo mis ojos en los suyos, con mucha rapidez y gran agilidad tapa su rostro aunque no impidió que yo pudiera verlo. Muy bella, muy joven, una piel morena y lisa, una sonrisa congelada en sus labios, una nariz recta y desafiante, unos pómulos rosados y  unos ojos negros grandes, muy grandes, la única parte de su cara que a partir de ese momento me dejó ver. Deduzco por su hiyab que profesan la religión musulmana.

Estaba sentada en un taburete detrás del mostrador, casi difuminada su figura entre los colores de su traje, el perejil, el cilantro, la hierbabuena y la caja registradora. A su lado, el chico que cuando está solo en la tienda es entremetido y gracioso y hoy ejerce de marido recto, muy serio, muy correcto. Termino de comprar mis cosas y, ya pagando frente a ellos dos, no puedo evitar seguir mirando a la chica que no debe tener muchos más años que mis hijas. Nuestras miradas se entrecruzan y deduzco que me sonríe cuando me dirijo a ella. Por supuesto, no contesta, no habla nada en todo el tiempo que estoy en la tienda.

Aceptando los prejuicios propios de quienes poco o nada conocemos el Islam, que jamás he leído el Corán y que poca influencia tienen en mi vida ningún dios ni ningún profeta como Mahoma, no puedo por menos que salir triste de la tienda cada vez que entro y veo a esa mujer en el sitio más recóndito, sin protagonismo alguno, sin ninguna ocupación, sin presencia alguna a la vez que para mí se hace grande, muy grande, tanto que casi percibo los latidos acelerados de su corazón otro día que entramos Mingo y yo a comprar; ella se enrolló en sus ropajes, se tapó todo el rostro, agachó la cabeza y se presentó ante el hombre intruso que era mi Santo como una col lombarda tupida de capas para que no se dejara ver ni una sola tonalidad de su bello color morado. Tan tapada, tan enrollada en su pudor o miedo que para él pasó totalmente desapercibida. Ese día no la vio.

Y podemos discutir acerca de sus creencias, de las costumbres de su país, del lugar que según ellos ocupa un hombre y una mujer en su civilización. Podemos discutir si es justo o no. Si es sensato o no. Si es lógico o no. Podemos discutir si deberían adaptarse al país en el que viven. O no. Podemos discutir y podemos entender y hasta justificar. Pero no podemos ni debemos conformarnos con que eso sea así. No soy nadie para criticar la forma de vida de mis vecinos, sin embargo, no puedo desprenderme de la piel de mujer que habito. Recorrer más de 6.000 kilómetros para enmudecer ante la presencia de un hombre hace que esa piel de mujer se me erice. Porque ella está sometida a un poder divino y humano difícil de vencer, pero ese hombre que vigila de forma hostil que ella no mire ni sea mirada por ningún otro, ¿no ha aprendido nada en ese largo peregrinaje que ha sido para ellos abandonar su país, su familia, sus amigos, desafiar las mafias que engordan a costa de la migración, llegar a España que no es precisamente ejemplo de buen anfitrión de los pobres, luchar hasta la extenuación por mantener un negocio trabajando más horas de las que pueden y compartir todos estos avatares de la vida con esa figura frágil y hermosa que le mira con más miedo que admiración?.

Las religiones son el opio del pueblo. Eso decía nuestro amigo Marx. Y cuánta razón tenía!! Atontan, anulan. Todos lo sabemos. No quiero cerca de mi vida y menos cerca de la vida de mis hijas a ningún religioso ultra. Supongo que como todas. Pero tampoco quiero a ningún religioso moderado que amparándose en su dios crea que la mujer no es igual que el hombre.

Ante el machismo, cultura, formación y educación. Frente a quienes lo practican, rechazo y aislamiento. Ante una mujer víctima del machismo, sororidad. Por eso sigo entrando a comprar fruta en la tienda pakistaní. Para que al menos no tengan que marchar a algún otro sitio peor donde nadie vea la presencia de esa mujer porque a nadie le importe. Para que por lo menos sigan viviendo en este nuestro país al que mucho le falta por conseguir en este tema pero que al menos ha emprendido el viaje de la igualdad. No se ha conseguido en su plenitud, pero muchas mujeres, como nosotras, vivimos mejor que lo hicieron nuestras madres y seguro que nuestras hijas seguirán rompiendo techos de cristal. Eso sí, ojalá el egoísmo propio de quienes tenemos todas nuestras necesidades cubiertas no nos impida seguir luchando por esas mujeres que tanto necesitan de nosotras, de ellos también, de esos hombres que se han dejado la piel de hombres en el empeño de que todos seamos iguales de hecho y de derecho.

Cuánto nos queda por aprender.... Cuánto nos queda que enseñar...

INGREDIENTES:


Dos pechugas de pollo
Cilantro
1 taza de harina
1 cebolla
1 zanahoria
1 puerro
1 tomate
Un trozo de pimiento rojo
1 Cebolleta
Sal
1 taza de mayonesa
Pimienta
Orégano
Perejil
Especias al gusto: comino, curry, garam masala.... Son prescindibles pero si os gustan le podéis poner.
Dos huevos
Pan rallado
Aceite de oliva virgen

PREPARACIÓN:

Hacemos una base de caldo para cocer el pollo.

En una olla ponemos un poco de aceite y sofreímos un ajo y un trozo de jengibre pasados por el rallador. Antes de que oscurezca, añadimos la zanahoria, la cebolla, el puerro y el pimiento. Todo limpio y en trozos grandes. Dejamos que rehogue un poco y echamos el tomate y la sal. damos unas vueltas más y le ponemos el agua a la verdura. Unos dos litros. Dejamos cocer un poco.

Mientras, vamos macerando el pollo que ya habremos cortado en trozos grandes con un poco de orégano, pimienta, sal, media cebolleta y uno o dos ajos en gajos grandes. Removemos bien para que se impregnen los sabores.

Cuando el caldo lleve cociendo un poco, añadimos el pollo y lo dejamos que se haga unos 15 minutos. Comprobamos que esté hecho y sacamos. El caldo lo reservamos para hacer otra comida. Lo podéis colar y al congelador.

Desmenuzamos con las manos el pollo, le añadimos los dos huevos, la otra media cebolleta bien picada, las especias que hayamos decidido (si no queréis o no tenéis, tampoco pasa nada. Yo sí le pongo porque en casa nos gustan mucho), el cilantro y el perejil, la mayonesa y la harina, además de un poco más de sal si veis que le hace falta.

Amasamos muy bien y dejamos reposar unos minutos, pasados los cuales, vamos cogiendo bolas de la masa que luego aplastamos para hacer una tortilla pequeña y pasamos por el pan rallado. Así hasta terminar toda la masa. Dejamos que el pan rallado se seque durante unos minutos en las tortillas para conseguir que queden compactas.

Cubrimos la base de una sartén con aceite (poco!) y ponemos al fuego. Cuando caliente, vamos friendo las tortillas poco a poco y a vuestro gusto. Pensad que el pollo ya está cocinado, así que no necesita estar mucho tiempo.

Se pueden acompañar las tortillas con mayonesa o cualquier otra salsa que queráis. Con una ensalada de arroz tenemos la comida perfecta.


Bonita, verdad?


7 comentarios:

  1. Creemos que hemos avanzado mucho y así ha sido pero aún queda bastante por recorrer, todos los días nos encontramos con desigualdades sociales, de género...
    Tú reflexión magnífica t tus tortitas quiero probarlas.💕

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  2. En mi cabeza no caben esas conductas. Cómo no evolucionan, si cambian de país .Deberían adaptarse un poco . Aquí nadie les vigila. No se ,me dolería en el alma si fuera mi hija

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  3. Esos bollos tienen buena pinta Feli .Hay que probarlos. Un saludo

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  4. Que pena pensar que siguen sometidas al hombre, esperemos que esto cambie. Tus tortillitas tienen que estar riquísimas, con lo que me gusta el cilantro

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  5. Qué agudo comentario Feli ante la situación de esta mujer. Sometida, temerosa de cualquier iniciativa y con la creencia interiorizada de que su papel en la vida es la subordinación al hombre. Es la historia de las mujeres y de las religiones, que nos empuja a superar el machismo y la desigualdad. Además está muy bien escrito. Y por si fuera poco, la receta es maravillosa, como siempre. Eres un regalo de la vida!!!!

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  6. Ufff... Parece que es una novela y no la vida real, cuanto nos queda por luchar...
    Las tortillinas tienen una pinta estupenda ‼️‼️😘😘

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