El otro día y por casualidad, pasó por mis manos una fotografía de gente desconocida que me hizo parar a analizarla por lo curioso del mensaje que transmitía.
Era la graduación de una chica y la foto capturaba un momento de felicidad de la niña con su familia: sus dos hermanos y sus padres. Ella, abrazada a su madre y al que parecía el hermano mayor y, a los dos extremos, otro chico más joven y el padre. La muchacha en cuestión iba como debe irse a esos eventos; bueno, más bien, como se va ahora a esos eventos: muy arregladita, bien peinada y maquillada. Su madre, muy feliz por la sonrisa tan grande que mostraba, pues también iba la buena mujer como se tiene que ir. El primer extremo llamativo era el padre con su sonrisa campechana, su camiseta ceñida a la barriga cervecera y unos pantalones bombachos cortos tal como los de Chapolín Colorado.
Y al otro extremo, el personaje que más llamaba la atención. Chico, pero lánguido; hombre pero difuminado en una expresión de mujer con ojos maquillados, pelo largo perfectamente recogido en una coleta que caía por su hombro derecho; uñas de las manos pintadas de negro y una sonrisa entre socarrona y enigmática que atraía mis ojos a su boca perfectamente dibujada por una barra de labios de color indefinido.
Mi primera reacción fue sonreír y decirme: "esto sí que ha sido un cambio en mi querida y a veces odiada España". El conjunto de la fotografía daba un mensaje contundente. Los años han pasado y sin duda para mejor. La tolerancia es un arma que usamos con normalidad y respeto a los raros, etéreos, comunes, modernos, catetos; pijos y macarras, torpes y listos, guapos y feos. La normalidad ya no tiene ningún color determinado, ni ninguna pose especial. Una persona, por muy especial que se sienta, por muy diferente que crea que es, en estos momentos, siempre va a encontrar cobijo en su entorno, porque hemos conseguido anular a los irrespetuosos (siempre quedará alguno..., ya lo sé...).
Ha sido un trabajo de muchos y durante muchos años, por eso, cuando ahora vivo con esta tensión y aburrimiento el problema catalán, no puedo sentir empatía hacia quienes quieren construir muros bajo la falsedad de sentirse un pueblo reprimido. La libertad en este país ha costado mucho esfuerzo, y sangre, y sudor y lágrimas. Y ahora, cuando escucho a los jóvenes catalanes que hacen sentadas delante del Parlament sin saber muy bien qué reivindican, sólo siento una tremenda pena y, debo reconoceros, un poco de miedo, porque quiero que sigamos avanzando en libertades y no creando muros artificiales basados en falsas promesas.
Lo que me mostró esa foto me ha hecho estar orgullosa de dónde estamos y cómo estamos. Nunca debemos renunciar a seguir conquistando más bienestar, pero si no valoramos lo ya conseguido, repetiremos errores y como siempre, quienes más perderán serán aquellos que hace no tantos años ni siquiera podían enviar a sus hijos a estudiar y los que teniendo en casa "seres diferentes" no contaban ni con la comprensión de su entorno ni con una ley que les amparara.
Creo que es la primera vez que os pongo un postre. Los hago a veces en casa, pero no se me dan bien. Las recetas de los dulces son muy exactas y me cuesta mucho seguirlas sin meter la pata. No suelen salirme muy bien, pero esta tarta está bastante decente, oye!!.
INGREDIENTES:
80 gramos de mantequilla
150 gramos de galletas maría hojaldradas
1 cucharada de canela
Ralladura de una lima o limón
150 gramos de azúcar
500 gramos de calabaza
4 huevos
100 gramos de coco rallado
8-10 nueces peladas
PREPARACIÓN:
Picamos en la picadora o a mano las galletas.
Derretimos la mantequilla.
Mezclamos las galletas picadas con la mantequilla y hacemos una pasta con la que rellenaremos la base del recipiente de la tarta.
Ponemos agua al fuego para cocer la calabaza que habremos limpiado y cortado en trozos pequeños. Cuando el agua empiece a hervir, añadimos la calabaza y si es buena, en unos 7 minutos estará blanda. Escurrimos y reservamos.
En un bol ponemos la calabaza cocida, la canela, el azúcar, la ralladura de la lima o el limón (a mi me gusta más la lima porque da más frescor a la tarta) y vamos triturando a mano o con la batidora. Añadimos el coco. Mezclar todo bien.
La mitad de las nueces las picamos también y el resto las reservamos.
Añadir las nueces picadas a la masa de la calabaza.
En otro bol batimos las claras de los huevos a punto de nieve y cuando esté listo, vamos añadiendo las yemas y seguimos batiendo. Removemos bien pero suavemente para que no baje demasiado el punto de nieve y añadimos a la mezcla.
Vertemos sobre las galletas en el molde de la tarta y esparcimos los trozos de nueces que nos quedan.
Al horno precalentado a 180 grados una media hora o hasta que veáis que vaya quedando a vuestro gusto. Dependerá de vuestro horno el tiempo de cocción. Entre 30 y 40 minutos.
Sacamos y espolvoreamos coco por encima. Dejamos enfriar un poco y a comerrrrr!!!!
Gracias Feli mia
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