martes, 23 de enero de 2018

PAPAS EN ADOBILLO



5.30  de la madrugada. Mi Candela que se despierta con dolor de barriga (es que esta niña mía come ahora mucho y pasa lo que pasa...). Yo que me despierto con el aleteo de una mosca, la escucho y me levanto a ver qué pasa; allí que está mi niña en el baño con malilla cara y sin haberme llamado como en otras ocasiones. Ya se está haciendo mayor... 

Como la cosa no era de demasiada enjundia, la invito a acostarse en nuestra cama y mirad, cual triste loncha de jamón york, me veo entre mi Santo y mi niña dispuesta a pasar el resto de la noche con el agobio de estas malas calores propias de mi edad, sin poder sacar la pierna cuando me sube el sofoco y sin poderme desarropar; Ay por dios....!!

Pues no hay nada tan maravilloso, os lo recomiendo,  como sentir la respiración calmada de tus seres queridos cuando están totalmente entregados a Morfeo y sus sueños se pueden entremezclar con los tuyos, porque de eso se trata, de caminar juntos; también por la noche cuando no somos conscientes de que seguimos haciendo camino.

Qué os voy a contar; el resto de mi noche lo ha marcado un batiburrillo de pensamientos; la cabeza en ochenta mil sitios y los personajes de la radio, chocho de los auriculares al oído, a veces se me hacen muy pesados y otros momentos hacen que centre mi atención  en ellos; buena terapia para quienes en muchas ocasiones no hacemos más que dar vueltas a lo que estrictamente nos rodea, con lo grande que es el mundo!!

Y entre pensamiento y pensamiento, cabezada y cabezada de este pesado sueño que igual que viene se va: ahora  nos damos la vuelta los tres, ahora  le vuelvo la cara a mi Santo para que deje de roncar, ahora le toco la mano a mi niña Candela o le acaricio el pelo. Y una vez más y ya van no se cuántos millones, agradezco a la vida estar donde estoy, con quienes estoy y como estoy.

Es muy fácil caer en la tentación de desear más de lo que se tiene y sufrir por no conseguirlo. Pero en el trabajo de intentar cambiar lo que no nos gusta, cuando vas viendo los resultados a pesar del esfuerzo que conlleva, la felicidad va posando su manto de margaritas a lo largo del sendero. Jamás debemos renunciar al empuje de cambiar las cosas que consideramos que están mal, porque aunque gastemos mucha energía en conseguirlo, aunque los de enfrente no lo entiendan y se sientan agraviados, la pila que alimenta esa energía, estoy segura, se va cargando como la batería de los coches: a medida que vamos andando. 

Y sí, es mucho más fácil sentarse a ver la vida pasar, pero no es nada satisfactorio. Es mucho más fácil dar la razón a los demás y no quemarse en el intento de hacerles ver que están equivocados porque así permaneceremos indemnes ante ellos. Y no es tan difícil dar la razón al contrario cuando te hace ver que has errado.

Y llega la mañana que todo lo cambia. La luz calmada del amanecer va entrando por las ventanas de mi casa y todo empieza a funcionar como ayer y espero que como mañana. Síntoma de que seguimos caminando....

INGREDIENTES:

El plato de hoy es típico de mi querida Málaga.

4-6 patatas (depende del tamaño)
Aceite de oliva virgen
3-4 ajos
1 cucharada de pimentón de la Vera dulce
Una pizca de pimentón de la vera picante
1 cucharada sopera de orégano
3-4 bolas de pimienta negra en grano
Sal
1 ó 2 rebanadas de pan asentado del día anterior
Vinagre de vino de Jerez
Comino molido
1 huevo cocido (opcional)

PREPARACIÓN:

Lavamos, pelamos y cortamos las patatas en rodajas gruesas.

La receta original nos indica que estas patatas se deben freír, pero yo las cuezo porque así son menos pesadas.

Cuando las patatas estén listas, las apartamos y reservamos dejando que escurran.

En la cazuela donde vamos a guisar el plato, ponemos un poco de aceite y freímos los ajos cortados en láminas finas. Cuidado de que no se os pasen.

En el mortero hacemos un majo con los ajos fritos, el pan empapado en agua y los granos de pimienta. Añadimos el comino.

En la cazuela donde freímos los ajos, en ese aceite y al fuego, echamos el pimentón y removemos rápidamente. Apartamos del fuego en un minuto para que no se queme. Añadimos las patatas, el orégano, el majado y agua. Salamos, removemos y al fuego de nuevo para que hierva hasta que estén a vuestro gusto.

Cuando estén listas, apartamos del fuego y echamos un chorreón del vinagre. Removemos, cortamos el huevo duro y se lo echamos por encima. A comer....



Un poquito de balanceo?


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