¡Hola!
Aparezco por estos lares en un día muy especial para todas aquellas mujeres que nos consideramos reivindicativas, luchadoras, amantes y protectoras de lo nuestro, consecuentes con quienes tienen peores condiciones y derechos que nosotras: esas mujeres que viven en lugares no tan privilegiados como los nuestros.
Mi entrada de hoy va para todas las que se quedaron en el camino consiguiendo que nosotras seamos celosas de los derechos adquiridos y trabajadoras por la plena igualdad.
Os comparto un escrito que llevé el otro día a un Curso de Escritura que estoy haciendo este año. Espero que os guste. La historia es real pero la literatura sólo mía. Los hechos no ocurrieron así; yo he inventado la forma en que pudo ser.
CURSO DE
ESCRITURA
TRABAJO N.
15
RELATO CON GIRO ARGUMENTAL Y CREACIÓN DE UN UNIVERSO COHERENTE
Estaba
sudando. El frescor de la madrugada de finales de agosto no le impedía sentirse
agobiado por el exceso de ropa que, muy a su pesar, debía llevar encima. Las
botas altas le hacían una rozadura en el pie derecho al andar. Un sabor
agridulce enturbiaba su moral. La falta de motivos evidentes impedía su normal
agresividad. Esta mañana, ese odio que de alguna manera le había hecho
alistarse y formar parte de un ejército cada vez más y mejor formado, no
acompañó sus movimientos al anudarse la corbata, embutirse los pantalones,
abrocharse el cinturón, enfundar su pistola y montar en su caballo listo en las
cuadras esperándole para recorrer juntos los pocos kilómetros que tenía por
delante hasta llegar al destino señalado en el calendario para el día de hoy.
Manuela,
como cada mañana, lozana, activa, alegre y con la esperanza de seguir siendo
invisible, espabila a los niños que con
gran pereza se quitan las legañas saltando de la cama con la lentitud
que da el sueño instalado en sus pequeños cuerpos infantiles.
-Venga niños,
más rápido. Papá ya ha aparejado las burras y puesto la lana de los colchones en
el serón. Hoy pasaremos todo el día en el barranco desanudándola, extendiéndola,
frotándola con el jabón verde, refregándola con las piedras del arroyo y puesta
a secar al sol de medio día que seguro que a la caída de la tarde ya está seca
para que esta noche podamos dormir de nuevo a gusto.
Esta tarea
que para los niños suponía casi un juego, Manuela la emprendía con la seriedad
que requiere el trabajo bien hecho. La lana de los colchones sólo se lava una
vez al año y hay que hacerlo con el mimo que requieren esos menesteres que, por
lo enrevesados, difíciles y lentos que son, merecen tiempo y paciencia.
A la caída
de la noche volverían a casa todos contentos, cantando viejas canciones que les
hacían reír, con la tortilla de patatas, la pescadilla frita y el gazpacho que
dejó hechos al amanecer para que los niños, limpios del baño en el barranco,
sólo tuvieran que cenar. Y mientras ellos lo hacían, Manuela llenaba los
colchones con la lana oliendo a limpio y vestía las camas con las sábanas de
muselina blancas del embozo bordado.
-¿Margarita,
tú también vas hoy al barranco?
-Sí hija
mía. Hoy también me toca lavar sábanas y colchas. Ayer ya lavé la lana. Y este
hombre mío hoy podía traernos en los burros, que mañana marcha a la era y ya no
puedo contar con él.
-¡Hola
mujeres!. Cuánta gente buena vamos a estar hoy juntas. Yo también voy al arroyo
con vosotras—dijo Encarnación que les seguía de cerca montada en una mula blanca con
un gran saco lleno de ropa sucia-
La risa de los niños se mezclaba con los ladridos de los perros que iban a los pies de las bestias y el graznido de los cuervos que hacían círculo a lo lejos en el cielo seguro que atraídos por el olor de algún animal muerto.
El día se
avecina fiestero para los niños pero con cierto resquemor en los corazones de
Manuela, Margarita y Encarnación.
-Esta
noche, cuando dejemos a los niños dormidos, tenemos reunión, lo sabéis, ¿verdad? -les comenta Manuela– Las cosas no pintan nada bien y los rumores que llegan
desde Fuente de Cantos no son muy halagüeños. Me decía ayer la Petra que en la
casa del pueblo habían dejado de dar las clases a los niños por un tiempo, hasta
más ver. El alcalde así lo ha recomendado.
El cielo
azul competía con el azul de los ojos del Capitán. Un azul intenso, tanto como
el mar. Sus hombres, tras él, en silencio, no se atrevían a preguntar la misión
que les llevaba por esos caminos de dios que a saber a qué rincón irían a parar
y para qué. Una columna de hombres a caballo que dejaban a su paso un reguero
de polvo que nada bueno hacía presagiar.
Manuela
olvida por unas horas la preocupación que envuelve a todo su pueblo. Junto a
Margarita y a Encarnación, dejando que los niños brinquen por el barranco, jueguen con
el agua, se tiren unos encima de otros, se diviertan sin más, hablan de sus
cosas, de sus maridos, de las vecinas, de lo divino y de lo humano. De las
casas que tan blancas han dejado con la cal apagada para recibir el próximo
bello otoño y el duro invierno que ya amenazan a lo lejos. A ver si la cosecha
de castañas y aceitunas este año es al menos como el pasado, que no estuvo mal
y les hicieron pasar un buen año.
Y parece
que van a conseguir engordar a los dos cerdos para la matanza de diciembre con
las bellotas que ya se veían engordar en las encinas.
Estaban
mondando las naranjas a la sombra de una higuera, después de haber comido un
buen escabeche de judías verdes cogidas ayer del huerto, cuando todos callan al
escuchar las herraduras de los caballos que casi sin darse cuenta tenían encima
de ellos.
El capitán
ordena a sus hombres la inmediata detención de Manuela, Margarita y Encarnación. Casi a
rastras consiguen zafarlas de sus hijos que lloran desconsolados y agarrados a
los delantales de sus madres. Ellas gritan que nos les hagan nada a los niños,
que no las maltraten en su presencia. Pero la rabia que desprenden esos ojos
azules, tan azules como el cielo, hace que se hielen los corazones de tres
mujeres, tres madres fuertes como las encinas y delicadas como la flor de
azahar. Ni el llanto de los niños ni los gritos de las mujeres consiguen mermar
el odio que desprenden unos uniformes encajados en cuerpos que desprecian la
vida de quienes no militan en sus filas.
26 de
Agosto de 1936. El Capitán Navarrete al mando de 600 efectivos toman Cabeza la
Vaca y asesinan a tres mujeres cogidas al azar. Tres mujeres pertenecientes a
uno de los colectivos más activos
del pueblo, sembrando el terror en una población que no había opuesto ninguna
resistencia a las tropas franquistas.
"Que sus nombres no se borren de la historia" (Julia Conesa)
INGREDIENTES:
Tomates maduros (1 kilo)
2 cebollas
3 ajos
Pimienta negra recién molida
Una pizca de comino molido
Sal
Un poquito de azafrán o cúrcuma
Aceite de oliva virgen
Una cucharada sopera de orégano
1/2 kilo de atún fresco (o congelado, como podáis y queráis)
PREPARACIÓN:
Picar la cebolla en juliana y los ajos en trozos muy pequeños. Echarlos en una olla donde previamente habremos puesto un poco de aceite. Rehogar hasta que la cebolla empiece a pochar.
Rallar los tomates y añadir a la olla. Dejar que se fría poco a poco con el fuego medio-bajo. Cuando esté a medio camino de hacerse, añadir la sal, el comino, el azafrán previamente tostado, la pimienta y el orégano. Dejar que se haga el tomate frito. Cuando esté listo, añadimos el atún en trozos, apagamos el fuego, apartamos y dejamos que el pescado se haga con el calor del tomate frito. Si se hace mucho el atún, queda muy seco.
Que aproveche!!
Emocionante relato, más por basarse en hechos reales, ay nuestras mujeres q hicieron camino hasta con su sangre!!! ❤️❤️💜💜 Feliz de leerte de nuevo!
ResponderEliminarBonito homenaje a esas tres mujeres en este día.
ResponderEliminarMi madre me contó esa historia muchas veces con rabia y dolor y tú en tu relato has hecho literatura💜