Hace unos días cumplió mi niña Arelisa 18 años. Hay escalones o líneas que al subirlos o traspasarlas, el entorno nos obliga a que sean especiales. Existe una madurez legal a la que mi hija ya ha llegado. Una madurez legal que impone la sociedad pero que quizás en muchos casos esté muy lejos de estar a la par de esa madurez personal que se entiende deben tener en esta edad.
Yo la miro desde la distancia, pretendiendo alcanzar la madurez maternal que implica tener una hija de esa edad viviendo bajo tu mismo techo. Y aunque muchas veces mis palabras, sentimientos e intención no cuadren en absoluto con mi proceder, llego a la conclusión de que para las madres es mucho más difícil cortar el cordón umbilical que para las hijas. Y mira que siempre he dicho que quiero ser una persona ante todo poco o nada dependiente de las cadenas de los hijos, pero la verdad es que ayer, siendo el día de las madres, con un doble sentimiento de tristeza por no tener ya a la mía y felicidad por poder disfrutar de mi maternidad al lado de dos tesoros que son mi vida, a la caída de la tarde, cuando el sol se despide con un suave "hasta mañana", esperando la oscuridad de la noche que últimamente me sienta tan mal porque se me hace muy larga y pesada, intento ordenar mis impulsos, buscar una motivación para el día siguiente, dar sentido a mi vida y con la infusión en la mesilla de mi cama, como hace muchos años, sólo encuentro cobijo al calor de la piel de mi Santo y voy buscando los brazos de Morfeo camuflando los ronquidos de este mi hombre con los auriculares de la radio escuchando que los franceses, bueno, dentro de lo malo, no han elegido lo peor.
Una madre no debe poner trabas a sus hijos. La mía, ahora lo entiendo y valoro, me hizo vivir desde muy temprana edad el vértigo de la independencia, la libertad y la autonomía personal. Habrá que intentar seguir sus pasos...
INGREDIENTES:
Medio kilo de bacalao salado
aceite de oliva virgen
1 patata
100 ml. de leche entera o desnatada, a vuestro gusto.
4 dientes de ajo
Perejil fresco
Sal
Pimienta negra recién molida
Nuez moscada
1 hoja de laurel
1/2 cebolla
4-6 granos de pimienta negra
PREPARACIÓN:
24 horas antes de hacer la receta ponemos el bacalao en remojo cambiándole el agua al menos tres veces.
Ponemos en una olla agua suficiente para que cubra el bacalao desalado, lo echamos con la hoja de laurel, la media cebolla y los granos de pimienta negra y una o dos ramas de perejil. Dejamos que el agua empiece a hervir, lo dejamos unos 3 minutos y retiramos el bacalao. Echamos la patata para que hierva en ese mismo agua (bien limpia y con piel) y dejamos hasta que esté blanda.
En una sartén ponemos el aceite y echamos los ajos cortados en láminas finas. Dejamos que se doren y retiramos. Reservamos.
En un bol vamos poniendo el bacalao bien desmenuzado sin piel ni raspas, el aceite con los ajos y removemos bien para que mezcle, añadimos la leche caliente y seguimos removiendo. Echamos la patata que habremos pelado y con un tenedor machacamos y la integramos en la masa.
Salpimentamos y ponemos un poco de nuez moscada. Probar antes por si el bacalao os ha quedado salado y no es necesario ponerle sal. La pimienta recién molida, al igual que la nuez moscada. Seguimos batiendo a mano la mezcla hasta que quede una crema con tropezones de bacalao.
Al servir espolvoreamos perejil picado en el momento.
Es un plato muy resultón y os recomiendo servirlo sobre pan de pueblo recién tostado.
Me encanta la Barbería del Sur. Me acompañó durante un tiempo en mi despertar a la vida...
Eso tiene que estar buenísimo!!, y a estas horas ni te digo.
ResponderEliminarTe digo yo que si Amelia, está estupenda.
EliminarLa receta de las que me gustan y lo de los años de las niñas, pues como la recetas,que tenemos que saborearlos y disfrutarlos como "ellas" lo hicieron, sencilla y naturalmente.
ResponderEliminarRiquísima la brandada.
ResponderEliminarUn beso