Bueno, ya sabemos que el pensamiento es libre. O no. Para la gente que le damos tantas vueltas a la cabeza, a veces el pensamiento te lleva a lugares en los que no quieres estar, te obliga a pensar en quien no quieres recordar y entonces te entristeces y te preguntas el por qué de ese divagar.
Hoy he recordado uno de esos momentos de la vida de una persona que son clave para entender al ser humano; una de esas experiencias que marcan para siempre, tanto como el mejor tratado de sociología.
Hace algunos años y por motivos de trabajo yo debía venirme a Sevilla durante algunos días a la semana en los meses de verano que asentamos el campamento en Cabeza la Vaca. Mi Santo y las niñas se quedaban allí. A la vuelta a casa en el autobús y saliendo de Sevilla, una señora mayor que para el bus y el conductor sin deber hacerlo, la sube. No debía hacerlo porque la normativa así lo indica, pero tratándose de una señora tan mayor, todos entendimos que era una buena acción. La muy buena señora se agarra a la barra de acero que separa al conductor del resto de pasajeros y los dos entablan una conversación a la que todos éramos ajenos.
Ya en la autovía empezamos a escuchar las voces más altas y nítidas. Ella quería que el conductor le bajara en una finca cerca de Santa Olalla. El conductor, un chico joven y con cara de buena gente, le decía que lo más cerca que podía dejarla era en el pueblo y no en medio de la carretera, que ya le había hecho un favor subiéndola al autobús.
Bueno, en cuestión de unos minutos el chico empezó a ponerse nervioso, la señora a desvariar más de lo debido y los pasajeros empezamos a mirarnos con cara de "póker" porque bueno, a 120 kilómetros por hora en una autovía, tampoco era cuestión de que una señora fuera de pie al lado del conductor incordiando y dando voces.
No pasaron más de 10 minutos y el personal empezó a decir barbaridades a la señora y la señora al personal. Que se calle usted; que no me da la gana; que señor conductor pare usted el autobús y échela; que si va a provocar un accidente; que hay que ver qué cabezona es usted; etc., etc.
Yo muy educadita y sin querer alterar más el ambiente, le digo: "- ¿Señora, no ve usted que se está poniendo todo el mundo muy nervioso?, no sería mejor que se sentara e hiciera lo que el conductor le está indicando?". Me mira con una cara de loca que siempre recordaré y me dice: "- Fea, que eres una fea, cállate la boca, so fea". Ay por dió, que me quedé clavá en el asiento... jajajaja!!.
La historia acabó en la entrada de El Ronquillo llamando primero a la Guardia Civil que cuando llegaron al autobús se encontraron a la señora agarrada al volante sin querer bajar ni moverse, la Guardia Civil llamando a los Servicios de Urgencia Sanitarios para que vinieran a ver si podían hacer algo y cuando éstos llegaron se enfadaron porque creían que era una aviso de infarto y no sabían qué hacer con tamaño despropósito de situación. A los viajeros nos evacuaron por la puerta de atrás porque allí todo el mundo quería asesinar a la señora.
A todo ésto la noche anterior me había pasado con alguna copita de más de cava con unos amigos y yo llevaba una resaca de campeonato. Mi tripa pedía a gritos evacuar y yo no he vivido una situación más estresante en toda mi vida!!!! Como pude aguanté hasta que todo se tranquilizó, sacaron a la señora del autobús entre 5 hombres, reanudamos la marcha y llegamos a Monesterio donde mi Santo me esperaba ya un poco asustado por la hora... Bajé del autobús enterita y corriendo hacia el cuarto de baño!!!!.
Llegué a dos conclusiones; la primera es que como vi en un capítulo del CSI, la gente puede asesinar en conjunto cuando vemos peligrar nuestra integridad física. Sale lo peor de nosotros. La segunda: desde entonces no me gusta el cava....
INGREDIENTES:
1 bote le lentejas cocidas
Queso feta
Perejil
Cebolleta
Zanahorias
Aceite de oliva virgen
vinagre de manzana
Unas gotas de limón
Sal
Mostaza de Dijon
1 diente de ajo
PREPARACIÓN:
Lavamos las lentejas cocidas y las dejamos escurrir.
Cortamos el queso feta en cuadrados pequeños.
Lavamos, secamos y cortamos el perejil.
En la fuente de presentación ponemos las lentejas, añadimos el queso, el perejil, 1 ó 2 zanahorias ralladas y la cebolleta cortada en pequeño.
En un bol mezclamos bien hasta que emulsione el diente de ajo machacado, el aceite, el vinagre, unas gotas de limón y una cucharada pequeña de mostaza de Dijon. Cuando esté bien emulsionado rociamos la ensalada y llevamos al frigorífico al menos 2 horas para que los sabores se integren bien.
Añadimos unas aceitunas sin hueso cortadas en rodajas.
Añadimos unas aceitunas sin hueso cortadas en rodajas.
PARÍS, TEXAS
Una película que os recomiendo. También supuso un momento importante de reflexión en mi vida. Y de alguna manera tiene que ver con lo que hoy os he escrito. La mente no sabemos nunca hacia dónde nos puede llevar. Siempre hay que tenerle mucho respeto.
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