lunes, 26 de abril de 2021

BERENJENAS FRITAS CON MIEL Y SALMOREJO CORDOBÉS


 



 

Corrían los primero años del presente siglo cuando mi Santo trabajaba en la Bienal de Flamenco de Sevilla. Fueron años que dejaron, sin lugar a dudas, una honda huella en esta casa. Las niñas eran pequeñas y su rápido crecimiento iba a la par del crecimiento familiar, personal, profesional y sentimental. Cuando miro hacia atrás, es como si en un par de parpadeos estuviéramos donde hoy estamos, con veinte años más y encarando con alegría y buen humor esta etapa que se empeñan en denominar "madurez". Creo que nunca alcanzaré esta meta. Tal vez porque eso de ser madura no me representa para nada. Pasaré de puntillas por esa etapa para adentrarme de lleno, cuando corresponda, en la vejez. Aún así, seguro que cuando sea vieja tampoco seré lo suficientemente madura.

Esa etapa fue muy feliz para nosotros. A pesar de que el trabajo era intenso tanto dentro como fuera de casa, la alegría y la felicidad se paseaban un día sí y el otro también por nuestras vidas. No son menores sus visitas en estos momentos, pero otros invitados menos placenteros han asomado por nuestra puerta en estos últimos tiempos que han hecho cambiarlo todo. La vida es así y así se va viviendo. Como todo el mundo. Ya no somos los que éramos en número y eso marca un antes y un después en la vida de todos nosotros.

Volviendo a aquellos años, como corresponde a un cargo de responsabilidad dentro del mundo de la farándula, a mi santo esposo le invitaban a muchos actos, eventos, charlas, entregas de premios, viajes, etc., etc. A este hombre mío le gusta ir conmigo a todas las cosas y yo, más tranquila, escojo a las que ir. 

Mi relación con la feria de Sevilla es un poco ambigua. Siempre he pensado que es una feria elitista donde quien no tiene caseta está muy excluido del ambiente. Y la caseta no es sólo para tener un sitio donde estar y no andar peregrinando por esas calles de dios con nombre de toreros, no. Fundamentalmente y para mi cabeza particular, es necesario tener una caseta para agradecer como corresponde la amabilidad y hospitalidad de los amigos que con tanto cariño nos invitan a las suyas. No tener caseta, me da la sensación, es como que te niega el derecho a divertirte con tranquilidad. Pero además, tener caseta no es nada fácil. El caso es que cuando voy me divierto mucho, pero debo reconocer que voy poco. Habréis deducido que no somos de la élite que tiene caseta.

En aquellas ferias, dos semanas antes de la noche del alumbrado, recibíamos en casa la tarjeta VIP (siempre he odiado esas siglas) de, entre otras, la caseta de la Cadena Ser. Una caseta muy divertida y en la que casi cada día se coincidía con "gente importante", esa gente que vemos en periódicos y televisiones, escuchamos en radios o aparecen en las revistas del corazón. 

Pues bien, allí que vamos una de aquellas noches en la que pudimos colocar a las niñas. Nos esmerábamos por ir guapos. Quedábamos con amigos, compartíamos casetas hasta altas horas de la madrugada. Bailar, reír y charlar. Alternar y conocer a gente nueva. La diversión estaba asegurada porque la necesidad de salir de la rutina era mucha y las oportunidades, muy pocas. 

Es muy curioso cuando la gente te considera "importante". Bueno, a mi no, a mi Santo, yo era la consorte del importante. Se ve el plumero de muchas y de muchos y a mí me hace mucha gracia porque a cada paso que das es como si tuvieras que mostrar tu curriculum vitae para que el personal se ubique y sepa cómo tratarte.  En una de esas estábamos cuando llevábamos en la caseta de la Cadena Ser un sin fin de horas bebiendo manzanilla. De pronto me presentan a un chico con el que pego la hebra y me que me dice que él es israelita. Mi primera sorpresa es encontrar a un israelita en la feria de Sevilla que hablara tan bien el andaluz, oye, pero mira, mi cabeza estaba a esas horas dispuesta a aceptarlo todo. No sé qué me entra por dentro que no puedo reprimir mi crítica, con mucha educación, eso sí,  hacia quienes fueron tan perseguidos que debieron instalarse en los confines del mundo y que ahora, después de haberse hecho tan poderosos, sean tan malvados con los palestinos. 

Yo veía que el chaval me iba sirviendo más manzanilla, que él bebía de su copa y que, con el ruido de la música y la gente bailando, me decía muchas veces que no me entendía. Y yo, pues más gritaba y al gritar más,  más envalentonada que me sentía, mira, hasta que me dí cuenta de que no era ni el sitio ni el momento de seguir hablando de ese tema. Con mucho cariño y educación le emplazo a continuar nuestra charla en cualquier otro momento que coincidamos.

A todo ésto, mi Santo iba y venía, me preguntaba que si estaba bien y cuando ya por fin el pobre muchacho pudo deshacerse de mi envite, contándole a Mingo la conversación, veo que se echa a reír y que no para en un buen rato. "- Este hombre, que es mi amigo, no es israelita, te ha dicho que él es el representante de Israel Galván",  un bailaor de flamenco muy moderno e innovador al que yo, por aquellos entonces, no conocía. Pobrecito, en su afán  de resultar simpático había dicho lo de israelita creyendo que todos allí sabíamos a qué se refería.¿Os podéis creer la vergüenza que paso cada vez que he vuelto a verle?

Pues eso, que a pesar de mi relación rara con la feria de Sevilla, no escatimo en recomendaros que vengáis a disfrutarla, yo sigo haciéndolo, poquito, con moderación y con menos manzanilla, pero me siguen gustando sus mujeres vestidas de flamenca, sus calles adornadas, el paseo de caballos, la música, el color y el olor de esta bendita tierra que  nos acoge a los que llegamos de fuera intentando entenderla, intentando entendernos.

Segunda feria que termina sin pisar el real...


INGREDIENTES:

1 berenjena

1/2 litro de salmorejo cordobés

3 ó 4 cucharadas de miel de caña (yo he usado miel casera)

Aceite de oliva virgen

Sal

Comino

2 clavos

1 vaso de leche

Maizena


PREPARACIÓN:

Ponemos la leche en un cazo con los clavos y el comino. Dejamos hervir unos minutos, apartamos y dejamos enfriar.

Cortamos la berenjena en bastones que colocamos sobre la piedra de la encimera con un poco de sal para eliminar con el sudor un poco de la acidez.

Cuando la leche esté fría, introducimos los bastones de la berenjena en la leche y los dejamos al menos 1 hora.

A la hora de comer, escurrimos la berenjena, pasamos los bastones por maizena y freímos en abundante aceite bien caliente. Escurrimos en papel de cocina.

Emplatamos poniendo los bastones en una bandeja y rociándolos de miel de caña. Los acompañamos de un cuenco con salmorejo para mojarlos. Listo!!



A bailarrrrr!!!!

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Hay Feli querida, me meo contigo. No dejas de sorprenderme....yo también soy Israelita Galvana......jajajajajaja

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  2. Ay que no sabía en que iba a acabar rl lío!!! Qué bueno!! Israelita!!! Te puedo imaginar allí esforzada, intentando dar tus explicaciones!!!

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  3. Pues ya vais teniendo edad de hacerse socios en una caseta y así poder invitar a los amiguetes.
    Mi padre siempre nos llevaba el domingo cuando éramos pequeños, hace 4 años fuimos con la intención de visitar la caseta en la que siempre trabajaron mis suegros y cuando nos conocieron terminamos llorando todos... bendita tierra y bendita gente.
    P.D. acabamos la noche montados en el ratón.
    Besos

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  4. Siempre tan acertada, con tu historia y con tu receta. Gracias Feli.😘😘

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