Estoy harta de los problemas del primer mundo...
Yo ya he muerto y sé quien me ha llorado...
Ni comiendo con una persona dos sacos de sal (¡ya tiene que pasar tiempo!), acabas conociéndole...
Anda últimamente mi cabeza alterada y mi corazón inquieto. Así que pasen los años, situaciones típicas de adolescentes se presentan ante nosotros sin saber muy bien cómo atajarlas porque te enfrentas a ellas con mucha edad, mucho vivido y con cara de teletabi por lo extrañas que resultan. Revivimos momentos que parecían olvidados en el baúl de los recuerdos, en mi caso en el arca de los recuerdos de mi casa, ese primer mueble que se alojó en nuestro hogar.
Pues eso, observamos situaciones como en una moviola que no puede parar de ir de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante sin que nos de tiempo a parar la imagen y corregir lo mal que hicimos en el pasado o rectificar lo que en el presente se ha errado. Es como si el aprendizaje no hubiera soportado el paso del tiempo, como si nuestro instinto de niña que sigue ahí agazapado, saliera de pronto y se impusiera al respeto y entereza que debe mostrar la mujer de hoy. Ese instinto juguetón y diablillo nos manipula muy a menudo; quizás más veces de las debidas. O tal vez, más conscientes de lo que creemos, le dejamos florecer y que nos haga compañía movidos por esa lógica añoranza que intentamos ocultar un poco avergonzados.
Mi madre decía que ella "ya había muerto y sabía quien le había llorado". Empezó a decirlo a raíz de una depresión sufrida cuando la menopausia hizo acto de presencia en su vida y casi todos nosotros volamos del nido. Ahora que tanto se habla de las enfermedades mentales, ahora que parece que, por fin, no debe ser un tema tabú, es más fácil comprender a quienes las padecen. Debe ser un sufrimiento tan grande que mi madre lo comparaba con la muerte. Y como si hubiera vuelto del otro barrio, ella vio y vivió de forma muy intensa quien estuvo a su lado; quien la cuidó, la mimó y sobre todo, quien la entendió. Después la vida le demostró que no hay que ser tan tajante en casi nada.
Mi padre, mirando el horizonte con su trozo de pan en la mano izquierda y el tocino recién asado encima; su navaja en la mano derecha cortando trocitos muy pequeños para llevárselos a la boca, en esos almuerzos al sol de invierno en la época de la recogida de la cosecha de las aceitunas, con voz socarrona nos decía muchas veces: pues ni comiéndote dos sacos de sal con una persona acabas de conocerla nunca. Él trabajó y compartió pan, tocino y sal con mucha gente a lo largo de su vida. Largas conversaciones, múltiples experiencias, duras situaciones.
Entre dichos y refranes, el poso de educación y formación iba creándose en todos mis hermanos. Un poso que por mucho que pase el tiempo, siempre está ahí latente, vivo, tan vivo como el recuerdo de mis padres. Son mis sabios...
Indudablemente todo lo vivido, como lo hemos vivido y con la gente que lo hemos vivido, condiciona nuestro pensamiento, nuestra forma de ser y nuestra manera de mostrarnos ante los demás. Y como seres humanos e inteligentes que somos, nunca paramos de aprender y de alimentar nuestro espíritu. Aprendemos en general, en abstracto y luego procesamos ese aprendizaje ubicando lo recibido en el lugar que corresponde. La tolerancia debe ser la guía principal en el aprendizaje. La tolerancia y el entendimiento. Si no entiendes lo que recibes o no lo toleras por principios o por cabezonería, es muy difícil que se aprenda algo. Pero, aquí llega otra ventana que se abre: la ventana del aprendizaje en negativo. De lo que no entiendes, de lo que no te gusta, de lo que no te llega, también sacas la conclusión de qué es lo que debes apartar de tu camino porque nunca te va a aportar nada bueno.
Y así llego a la primera frase del texto porque quiero que sea la última reflexión: ESTOY HARTA DE LOS PROBLEMAS DEL PRIMER MUNDO.
Me chupan mucha energía quienes quieren mejores condiciones en su trabajo, más dinero en la nómina, más derechos, mejor educación para sus hijos, una sanidad de diez. Los países más ricos en donde todo eso se tiene cubierto, generalmente, son los países más intolerantes, más misóginos, conservadores, racistas y homófobos, los que tienen a sus pobres más empobrecidos. Quienes más tienen son los más proclives a que los demás tengan menos, al menos los que lo facilitan. Si yo tengo calefacción central en mi casa, sé que mucha gente no puede permitirse ni un brasero, pero aún así, salgo a la calle a pelear por una mejor calidad de vida para mí y los míos.
Hace mucho que renuncié a esa lucha. Mientras en mi entorno haya personas que viven peor que yo, nunca pelearé por una mejora en mi vida. Hablo desde la posición de una persona que aun no siendo rica, siente que lo es porque mis necesidades básicas y las de mis hijas están cubiertas. Porque mi futuro y el de mi Santo está casi asegurado y el de mis hijas se avecina apacible.
Yo no renuncio a compartir con mi gente mis malos momentos, que los hay, claro!. Tampoco hay que renunciar a la queja porque a veces nos sentimos débiles ante las cosas que nos ocurren. La vida es dura para todos. La mía tampoco ha sido fácil, tampoco es ahora una balsa de aceite, pero precisamente por eso, cuando ahora miro hacia atrás y compruebo que con poco se puede ser feliz, no anhelo otra cosa que quienes tienen menos puedan tener lo mismo que yo.
Pero esta forma de pensar o de ir por el mundo aburre a la gente. No queremos cosas feas en nuestro entorno. No queremos entrar en polémicas que, parece ser, nada nos aportan. No es guay hablar de política, de derechos humanos, de los pobres y de los ricos. No nos sentimos ricos aun siéndolo, porque no es más rico quien más tiene sino quien es más feliz con lo que tiene y piensa un poco en el que menos tiene. Nos quejamos de pagar impuestos cuando son la base de la igualdad de oportunidades. Siempre achacamos a quienes mueven ficha que lo hacen mal o que podían hacerlo mejor desde el cómodo sillón de nuestra casa, con nuestro vaquero de moda y las botas de piel buenas y ante una suculenta mesa para cenar.
Y como una es lista y cada mañana se propone ser prudente, tomo nota, recibo la información de quienes no les gusta escuchar mis tochos, la proceso con toda la amabilidad que me puedo permitir y concluyo que en boca cerrada no entran moscas. Mi madre también me enseñó que por la boca muere el pez, así que: cuidadito con lo que se habla. Este refrán, más popular y conocido, debió calar en mucha gente. De alguna manera, yo también he muerto ya y sé quien me ha llorado. Y de alguna manera, compruebo en mi persona las sabias palabras de mi padre porque nunca se acaba de conocer a la gente.
INGREDIENTES:
Dos botes de judías blancas
600 gramos de mejillones
1 tomate
1 pimiento rojo
4-6 ajos
1 cebolla
1 calabacín
1 zanahoria
Pimentón de la Vera
1 hoja de laurel
1 ramita de tomillo
1 vaso pequeño de vino
Aceite, sal
PREPARACIÓN:
Lavar y escurrir las judías.
Hacemos un sofrito con la cebolla, los ajos y el pimiento. Añadimos el tomate rallado cuando la cebolla empiece a transparentar.
Limpiamos los mejillones. Ponemos en una olla con un poco de agua y vino blanco en el fondo al fuego. Cuando empiece a hervir, echamos los mejillones, tapamos y en unos minutos, en cuanto se abran apartamos. Sacamos los mejillones de la concha y reservamos los mejillones por una parte y el agua por otra.
Lavamos el calabacín y pelamos la zanahoria. Cortamos las dos cosas en trocitos pequeños y lo salteamos en un poco de aceite.
Añadimos las judías al sofrito junto al jugo de hervir los mejillones y el salteado de verduras. Echamos la hoja de laurel, cubrimos de agua y dejamos que hierva hasta que la verdura esté al dente. Momento en el que salpimentamos y sumamos al guiso los mejillones. Dejamos que cueza unos minutos y a servir!!!
Mi querida Feli, yo soy de las tuyas, y aunque la Cage hablando, jamás dejaré de hablar y de expresar mis sentimientos, al menos, a mi gente querida...te quiero, amiga
ResponderEliminarCon tus tochos, yo, aprendo...y, aunque a veces discrepamos en algunos pensamientos, me parece tan hermoso poder hacerlo desde el cariño y el amor que nos tenemos...así creo que debería ser siempre y con el resto de la humanidad, pero es tan difícil....
I love you
Me ha encantado la frase de :" yo ya he muerto y sé quién me ha llorado", has puesto voz a un pensamiento mío muuu viejo ya...
ResponderEliminarComo bien dices el paso del tiempo también te ayuda a limar asperezas...
Muchas gracias por compartir😘😘