Cuando el invierno empieza a dar sus últimos coletazos, cuando nos obligan a hacer este maldito cambio horario, cuando empieza a entrarme esa pesada astenia primaveral y cuando mi cuerpo empieza a protestar porque a partir de ya el calor chupa mucha de mi energía, pues ese es el momento de hacer un buen cocido de garbanzos, como el que hacía mi madre, para despedir como se merece esta estación que a mi siempre suele tenerme enamorada y dar la bienvenida a esta primavera caprichosa que aparece y desaparece, está pero no está, igual que viene se va y es protestona por naturaleza...; Ohhh!!!, muy parecida a mi.... jajajajaja!!!!.
INGREDIENTES:
Garbanzos de los pequeños (si nos podemos permitir unos pedrosillanos de Salamanca, pues miel sobre hojuelas!)
Agua
Sal
Tocino
Espinazo de cerdo
Oreja o morro de cerdo
Morcilla de sangre
Patatas
Ajos
1 tomate
1/2 pimiento verde
PREPARACIÓN:
Poner los garbanzos en remojo la noche anterior en agua templada con un poco de sal.
En la olla de cocción poner en crudo: los garbanzos escurridos, la oreja o morro, el tocino, el espinazo, dos patatas cortadas en trozos pequeños, el tomate partido por la mitad, 2-3 ajos cortados en pequeño y el pimiento verde. Cubrimos de agua, echamos sal y llevamos a ebullición. Cuando empiece a hervir se espuma un poco hasta que quitemos las impurezas que suelta. Bajamos el fuego a media temperatura y dejamos cocer aproximadamente una hora y media o dos horas. Siempre va a depender de los garbanzos que usemos.
En una olla aparte cocemos la morcilla que habremos pinchado un poco para ayudar a salir la grasa y que no se rompa. Cuando esté bien hervida la entramos en la olla de los garbanzos para que se unan los sabores.
Pues nada. A pesar de ser una comida contundente es muy fácil y rápida de hacer. Ya sabéis que los cocidos, mientras más tiempo hagan "chup-chup" más buenos estarán y si lo hacéis de un día para otro, aún estará más bueno.
Mi madre los hacía así en invierno, cuando tenía todos los preparos porque habían hecho la matanza. En verano, cuando ya escaseaban o se habían terminado, hacía los garbanzos más buenos del mundo con un simple trozo de tocino añejo y la poca verdura que llevan. Nada más. Ese sabor sólo consigo disfrutarlo cuando mi hermana chica los hace y tiene a bien darme un poquito. Es una exquisitez. Nunca el dicho de menos es más está tan acertado como en esa receta.
Son sabores de familia, arraigados a lo más profundo de nuestro ser. Enraizados no sólo en el sabor y el deleite culinario sino en nuestro olor y forma de sentir la vida. He pasado en Sevilla unos días con mi hermana Ampari que ha venido a visitarnos. No sé por qué el recuerdo de mi madre ha impregnado cada rincón de mi casa y cada momento de nuestras risas y comentarios. Mi hermana Ampari y yo nos reimos a carcajadas un poco escandalosas, como mi madre lo hacía...; quizás sea por eso...
Mi hermana Amparo y yo en Los Reales Alcázares de Sevilla. Ella con sus ricitos de oro y yo ahora muuu pelona....!! jajajajaja!!. Gracias hermana por tu visita....
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