Mi Santo siempre dice que lo malo de los sueños es que se cumplan. Como muchas cosas de las que él dice, de entrada, te hace pensar y no siempre se le encuentra sentido, claro!, porque este hombre mío tiene una muy particular forma de intercalar lo profundo con lo nimio.
Ay que creo que nunca os he contado mis sueños!!!. Pero los reales, los que se tienen cuando estamos en fase Rem. Mi actividad durante el sueño, como la de la mayoría de los seres vivos, es quizás mayor que durante el día, y con la característica de que recuerdo casi todos los sueños. Recuerdo los colores, olores, sabores, sensaciones, penas y alegrías. Recuerdo la cara, las manos, la forma de andar y hasta de cómo respiran las personas que cada noche comparten conmigo mil y una aventuras. Recuerdo que dentro de un mismo sueño puedo tener hasta dos sueños más totalmente diferentes y con personas distintas. Recuerdo mi sensación de angustia cuando no es un buen sueño y mi alegría cuando aparecen en ellos personas queridas que ya no me acompañan en la vida real.
Pues bien, tengo tres sueños recurrentes que aparecen en determinadas épocas de mi vida con bastante insistencia y que no alcanzo a encontrar la relación que tienen con mis cosas normales al contrario que la mayoría de los sueños que siempre tienen que ver con algo que hemos hablado el día anterior, con algo que nos han contado o con alguna preocupación.
Uno de estos sueños recurrentes es que siempre vivo en una casa en obras, donde de pronto y al enseñarla a amigos entramos en una nave enorme, parecida a una iglesia y a mi me angustia mucho la cantidad de escombros que hay, lo lento que van los albañiles y lo sucio y desordenado que está todo.
Otro es que tengo que examinarme al día siguiente de una asignatura de no se muy bien qué y que no he estudiado nada en absoluto y que, por supuesto no voy a ser capaz de aprobar nunca.
El tercero lo dejo para mi...
Y en los tres predominan la angustia, el descontrol, el caos, la desesperación y sobre todo, la incapacidad de tenerlo todo como a mi me gusta. Tal vez sea que soy un poco Señorita Rottenmeyer en mi día a día y mi cabeza me dice que de vez en cuando hay que parar, relajarse, disfrutar y dejar que las cosas fluyan; lo bueno y lo malo, porque todo forma parte de la vida. Y hay que respirar y dejar respirar; hay que buscar la libertad y dejar que tu entorno también la encuentre. Hay que respetar y buscar el respeto sin ansiedad ni exigencias. Hay que ser uno mismo pese a todo lo demás...
INGREDIENTES:
1 manojo de espárragos verdes
1 puerro grande
1 cebolla
1-2 patatas
Caldo de carne o verduras casero
200 ml. de leche evaporada, nata o leche desnatada
Sal
Pimienta negra recién molida
PREPARACIÓN:
La base de una buena crema de verduras es la calidad de la verdura y un buen caldo casero. Con ésto, el éxito estará asegurado.
Limpiamos y cortamos toda la verdura.
En una sartén ponemos un poco de aceite de oliva virgen y rehogamos la cebolla y el puerro. Cuando empiece a transparentar la cebolla, añadimos los espárragos y la patata. Dejamos que se haga un poco y añadimos el caldo. Yo en esta ocasión usé el caldo de hacer el "pastel de codillo" (recordáis??) que es gelatinoso y da mucho cuerpo. Dejamos cocer al menos media hora o hasta que la verdura esté blanda.
Apartamos, pasamos por la batidora y mientras vamos echando la leche. Salpimentamos y listo!!.
Yo lo acompaño de unas rebanadas de pan tostado con un poco de ajo restregado.
Esta crema puede comerse fría o caliente.
Durante mucho tiempo mis hijas se entregaban a su sueño con esta música. En casa es tan familiar y querida como el gesto de dar las buenas noches con el beso diario con el que despedimos el día.
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