martes, 25 de septiembre de 2018

BERENJENAS AL HORNO SOBRE BASE DE SALMOREJO CORDOBÉS



LA GRANDEZA DE LA GENEROSIDAD


Ya sabéis que en este mes se está celebrando en Sevilla la Bienal de Arte Flamenco. Como mi Santo es entendido y entusiasta del tema, pues mi suerte es poder acompañarlo en algunas actuaciones. Y de las que llevo vistas hasta ahora, no puedo dejar pasar la de Rocío Molina. No puedo ni quiero dejar de compartir con vosotros mi flipe total asistiendo a una muestra de generosidad tan grande como la que nos ofreció en este su último espectáculo antes de ser madre.

Rocío Molina es una bailaora de flamenco que sigo casi desde que empezó. Tuve la suerte de conocerla personalmente cuando no tenía ni 19 años y me explicó qué era para ella el baile, los mensajes que quería transmitir, sus sentimientos. Yo la escuchaba muy atentamente porque claro que era una niña y hablaba como tal, pero claro que no todas las niñas son tan maduras e ingeniosas con tan corta edad. Es una persona genial, de las que hay muy pocas y a las que hay que cuidar y mimar. Pero en apenas unos minutos, una que ya es mayor, pude comprobar su lucha interior; sus inseguridades, sus peleas con el ego, su necesidad de mostrar que sabía lo que hacía, su inquietud y miedo ante la oscuridad del futuro. Y claro, también, que lo que yo había percibido del  espectáculo de aquel día, poco o nada tenía que ver con lo que ella había querido decir. Porque cuando se alían el talento de una persona con la receptividad del que paga la entrada, muy a pesar de lo que el primero quiera decir y muy a pesar también de la predisposición del segundo, si el arte, la valentía, el gusto por lo puramente estético y, sobre todo la entrega, son francas, el resultado es como el culmen del éxtasis cuando hacemos el amor. Gusta a ambas partes....

En este espectáculo que vimos el otro día, baila con casi siete meses de embarazo. Os cuento...

Aparece en un escenario un poco austero donde la música tiene su lugar fijo e  importante, la barra del tiempo al fondo que nos recuerda cuántas veces nos agarramos a ella y en el centro, una plataforma blanca que espera paciente su momento de actuar. La madre de Rocío Molina, menudita, agradable, con un corte de pelo muy moderno, muy guapa con un mantón de Manila elegantemente doblado sobre su antebrazo derecho, se dirige al respetable avanzando el sentido de lo que hoy vamos a ver. Está presente en todo momento. La madre de Rocío no abandona el escenario en las casi dos horas que dura el espectáculo. 

Y aunque Silvia Pérez Cruz sí entra y sale de ese minimalista escenario, su voz se nos hace a todos tan presente como la propia esencia de lo que cuenta en sus letras, como el sentir de Rocío bailándole a ella, a su madre, al milagro de la  vida. Y cuando hacen el amor en el escenario las dos, el baile y la voz acompañadas de la música, yo me siento más mujer que nunca, porque empatizo con ellas, con sus movimientos, con su pasión.

Y cuando Rocío se desnuda totalmente para introducirse en la bañera del centro que permanecía todo el tiempo callada; cuando ella, con esos pechos que están ya casi preparados para amamantar, con esas caderas ensanchadas para facilitar la salida de su hija, con esa conjunción perfecta entre el agua, el líquido amniótico y las pulsaciones de dos corazones que a la par van cabalgando como hermosos caballos entre el esfuerzo, el dolor y la felicidad; cuando su madre, a su lado, dejándola hacer pero observando que su hacer sea el correcto, le da el apoyo suficiente para que el milagro de la vida pueda suceder, yo me siento muy mujer, muy madre y también, muy hija, porque mi madre se me hace muy presente y como siempre, muy necesaria...

Y cuando la luna observa desde arriba lo grande pero normal que es el hecho de la maternidad, cojo la mano de mi Santo y, su calor, de nuevo, como desde hace ya tantos años, me alivia, me sitúa  donde debo estar, me calma como nada en este mundo.

Y Rocío Molina nos muestra los latidos de su corazón y los de su hija. Y me parece tan admirable y tan grande su gesto de generosidad que mis lágrimas salen al ritmo de la voz de Silvia Pérez y sólo me queda deciros que si tenéis oportunidad, veáis ese espectáculo. Merece la pena...

INGREDIENTES:

3 berenjenas
Salmorejo cordobés (ver mi entrada en este blog)
Tacos de jamón
Aceite de oliva virgen
Escamas de sal

PREPARACIÓN:

Hacemos el salmorejo según os cuento en mi blog.

Precalentamos el horno a 180 grados durante 10 minutos. Mientras, limpiamos y cortamos las berenjenas por la mitad, echamos un chorreón de aceite por encima, envolvemos en papel de plata y al horno durante unos 25 minutos.

Sacamos del horno y hacemos tiras con las berenjenas.

En una bandeja de servir, cubrimos el fondo con el salmorejo cordobés, ponemos las berenjenas por encima y espolvoreamos con los tacos de jamón y un poco de escamas de sal. Regamos con aceite de oliva extra buena. A comerrr....




4 comentarios:

  1. Me encantaría ver ese espectáculo....debe ser de los que te llegan al alma....me he emocionado solo de leerte...����

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  2. Madre, que descripción, solo por ella, ya ha merecido la pena que vayas a ver el espectáculo.

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