miércoles, 20 de mayo de 2020

ALBÓNDIGAS CON SALSA DE ALBAHACA



Y de pronto descubres un buen día que la pertenencia al grupo nunca se tiene asegurada. De pronto compruebas que el lugar que tanto trabajo ha costado conseguir tiene pies de barro. En ese momento el espacio deja de ser finito en nuestro pequeño mundo y un abismo incierto se abre ante nosotros, mostrando un universo inmenso donde todo está y a la misma vez nada cabe dentro, ni tan siquiera un pequeño alfiler.

Allá por el mes de octubre aterrizo en mi hogar, ese sitio donde nací y al que siempre quiero volver, para pasar un par de meses con la ilusión y responsabilidad de acometer la enorme tarea de poner en pie uno de los proyectos más importantes que acontecen en Cabeza la Vaca durante todo el año. Sin ninguna pretensión especial; sin  ningún afán de cambiar nada y sí con el propósito de dar continuidad y calidad a un proyecto que está más que consolidado. Acogiéndome al derecho al trabajo que ampara la Constitución española y respondiendo a la importancia que algunos de los que no vivimos en el pueblo le damos a todo lo que allí pasa, quizás siendo más inocente de lo que mi edad y experiencia me permiten, debo confesaros sin temor a equivocarme que ha sido la experiencia laboral menos gratificante que he tenido en toda mi vida. A nivel personal ha sido enriquecedora. Muy enriquecedora pero también con mucho desgaste.

Tan imposible es pedir peras a un olmo como que mi implicación personal sea la justa y necesaria ante cualquier tarea que me proponga. Envidio a quienes tienen la capacidad de dar de sí justo lo que se espera de ellos. Admiro a quienes pueden poner un cordón de seguridad alrededor de su corazón y sus sentimientos para que nada ni nadie les pueda dañar. Admiro a quienes son asépticos en sus relaciones con los demás porque esa higiene les permite andar por la vida descargados de mochilas que a veces son muy difíciles de llevar. Y admiro a quienes no dan ni reciben nada que les pueda perjudicar. Les admiro pero no me gustan.

La vida social de Cabeza la Vaca gira en torno a los bares que de forma generosa dan vida al paseo de nuestro pueblo. Y una buena mañana, al poco de llegar, con un inicio de otoño totalmente veraniego, con una luz tan bella que emociona, colgado en casi todos los bares, un pasquín donde se cuestionaba mi profesionalidad y honradez, con mi nombre y apellidos en negrita, es leído por todos mis vecinos y publicitado en las redes sociales para deleite y entretenimiento de quienes no viven allí.

No fue el inicio ni tampoco el final de nada. Tampoco supuso un antes y un después de nada. Ni tan siquiera puedo decir que me afectara mucho por lo esperado y previsible que fue. Sin embargo, sus consecuencias, que a efectos prácticos no fue ninguna, sí que marcaron una línea merecedora de análisis por quien os cuenta esta historia.

El proyecto se llevó a cabo; el trabajo salió bien; el esfuerzo fue mucho y la conclusión personal es que quien dijo que nadie es profeta en su tierra, tenía más razón que un santo. Durante esos dos meses pude comprobar que es muy difícil ser aceptado en un grupo cuando apareces de pronto como lanzada en paracaídas. El paracaídas te salva de llevarte la hostia, pero la sensación de vértigo todavía la tengo en mi estómago cuando recuerdo esos días. Comprobé que quienes añoramos tanto nuestro terruño, quienes nos hemos dedicado toda nuestra vida a presumir de pueblo y a estar muy orgullosos de ser pueblerinos, quienes defendemos a capa y espada ante los urbanitas las bonanzas de vivir en contacto con la naturaleza rodeados de gente honesta, llana y sencilla, somos aceptados y queridos cuando vamos de vacaciones o de fines de semana, pero la pertenencia al círculo es otra cosa.

Hasta los más cercanos te miran con cara rara como diciendo qué pinta ésta aquí.

Sin embargo, como todo lo vivido hasta la fecha y espero que en lo que me quede de vida, mi satisfacción personal es la adecuada.

Desde enero del año pasado hasta este mayo tan extraño que estamos viviendo, los sucesos que han acontecido, las experiencias vividas, los dramas encontrados durante el camino y los obstáculos salvados, han sido muchos. Tantos que fijaos en lo atrasada que voy. He empezado en octubre de 2019 y me quedan muchas cosas que contaros. Llevo un retraso tan grande porque todas las experiencias han sido muy rotundas. Todas, cada una en su justa medida, me han parado en el tiempo más tiempo del debido. Todas y cada una de ellas, a mi edad (hay que ver), me han marcado tanto que me está costando digerirlas. Todas han supuesto la subida de un escalón más. Todas me han llevado hacia el mismo objetivo: vivirlas con honestidad, sinceridad y afán de aprendizaje. También con ilusión y amor. También....


INGREDIENTES:

- Medio kilo de carne picada de cerdo ibérico.
- 2 cebollas 
- 3-4 ajos
- Una rebanada de pan
- Perejil
- Orégano
- Pimienta negra recién molida
- Harina
- Especias al gusto (curry, comino, garam masala...)
- 2 huevos
- Medio vaso de leche
- 1/2 tarrina de paté de hígado de cerdo
- Albahaca
- Vino blanco
- 2 patatas
- Aceite de Oliva Virgen
- Sal


PREPARACIÓN:

Picamos la carne o  pedimos que nos lo hagan en la carnicería.

En una sartén ponemos un poco de aceite y rehogamos una cebolla picada en pequeño y 2 ajos en láminas. Cuando esté casi listo añadimos una rebanada de pan que habremos rallado o picado en la picadora. Dejamos que se haga.

Ponemos la carne picada en un recipiente que nos permita amasar bien. Añadimos perejil picado, un poco de orégano, especias al gusto (yo les he puesto hoy: cúrcuma, especias de Granada, comino y una pizca de curry rojo picante), la pimienta negra recién molida, la leche, sal, la media tarrina de paté y los dos huevos. 

Echamos la cebolla frita con el pan a la carne, removemos todo bien y dejamos que coja un poco el sabor mientras vamos haciendo la salsa.

En un cazo en el que quepan las albóndigas ponemos un poco de aceite y pochamos la cebolla. Cuando empiece a transparentar, añadimos un majo de ajos, albahaca, garam masala, sal y vino. Dejamos que se vaya haciendo con el fuego muy bajo.

Ahora vamos haciendo las bolas con la carne ayudándonos de un poco de harina y las freímos en abundante aceite para que el frito sea rápido y no se empapen de aceite. Secamos en papel de cocina y echamos las albóndigas en la sala. Dejamos que cuezan al menos unos 15 minutos con cuidado de que no se deshagan. 

En el mismo aceite de haber frito las albóndigas freímos las patatas cortadas en dados que añadiremos a la salsa al final de la cocción cuando vayamos a servir.

Listo!!!




OS LA DEDICO....





2 comentarios:

  1. Feli, la verdad es que parece mentira que con la edad que tenemos los acontecimientos nos marquen de ese modo y nos lleguen a afectar de esa manera... Te lo digo yo que también me implico hasta el "eje" en todo lo que hago... Lo mejor y es con lo que me quedo es el enriquecimiento y crecimiento personal con cada paso que damos y sobre todo la tranquilidad de la conciencia... Me encanta leerte.
    Muacks. 😘😘

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  2. Cada día te admiro más, amiga mía. Te quierooooooo

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