Soy extremadamente pesada con mis hijas para que, además de la red de mujeres familiares que la vida les ha dado, añadan a esa lista de valores seguros, las amigas que deben trabajarse con mimo, cariño, esmero y entrega.
Ante los distintos avatares que la vida nos va poniendo por el camino, la sabiduría natural y esa mezcla entre listeza, audacia y supervivencia que nos transmitió la manzana de Eva, ¡bendita manzana!, tener la posibilidad de activar esa red tan fuerte, fiel y segura que sabes que nunca te va a dejar caer, es un activo importante, necesario, fundamental, básico y sobre todo, un tesoro que cuidar en nuestra especial caja fuerte que es nuestro corazón.
Me vais a perdonar chicos de mi entorno. No es que los calificativos anteriores referidos a las mujeres tengan que ser los contrarios para definiros a vosotros. No me malinterpretéis. Simplemente que os da pudor expresaros sensibles y abriros en canal ante los demás. Con esos muros casi infranqueables, debéis renunciar a muchos placeres de los que las mujeres disfrutamos.
Evidentemente hay hombres y mujeres y mujeres y hombres. Personas que están en un sitio y otras en el contrario. Mis escritos sólo se basan en la simple observación. Nada científico los avala. Sólo la experiencia que da tener ya casi los 57 años (bonita edad, ¿por qué no?...,) y las múltiples vivencias que conlleva una vida que ya está más vivida que lo que le queda por vivir.
Ante cualquier alarma que se nos presenta, de pronto se activa esa red de mujeres dispuestas a opinar, a empatizar hasta las lágrimas, a sacar una sonrisa necesaria, a compartir la copa de vino y la cerveza bien fría, a llenar los espacios de flores y a escuchar las letras de Chavela Vargas con un deje melancólico y de esperanza. Y entre risas y lágrimas, la vida empieza de nuevo a rodar y a salir del aletargamiento en el que hayamos podido caer. La sororidad hace acto de presencia en cada caricia, en cada palabra de aliento, en cada apretón de manos y en esa mirada cómplice que llega directamente al alma. Sentirse querida en tan hermoso como querer. Sentirte valorada es tan extraordinario como valorar. Sentirse es tan especial!!!
Estos malos tiempos de pandemias, guerras, muerte de amigos y familiares, la cabeza puede decirnos basta de mil maneras. Estamos a merced de años malos que debemos convertir en buenos por el bien de nuestros hijos, por el bien de una sociedad que parece que pueda entregarse a la pena, por el bien de un mundo que parece que queramos destruir, por la alegría de vivir que debe ser nuestra bandera personal y por la unión de todos que debe ser la bandera común. De ahí la importancia de ser y sentirse mujer. De ahí la importancia de contar con mujeres en nuestras vidas. De ahí la necesidad de agarrarnos de la mano para continuar el camino que no sabemos cómo se nos pueda presentar pero que, sea como sea, juntas, al calor de nuestras sensaciones y sentimientos conseguiremos llegar a meta.
Gracias mis mujeres porque me dais alas para volar, esperanzas para seguir, calor para atravesar el invierno crudo y amor para escalar montañas. Sólo espero estar a la altura y daros todo lo que vosotras me aportáis.
Estos gañotes son receta de mi madre. Otra mujer de mi vida fuerte, muy fuerte y también dependiente de los afectos, como casi todas. Mi madre sigue conmigo en cada paso que doy y el otro día cuando hice los gañotes, aunque no tan bonitos como los de ella, sí salieron buenos, con un sabor que nos llevó a años también muy duros y difíciles que ya nunca volverán pero que fueron vividos con alegría y esperanza, como los que nos quedan por vivir.
INGREDIENTES:
1 kilo de harina
1 vaso de aceite de oliva virgen extra
2 vasos de cocimiento.
COCIMIENTO:
Hacer un cocimiento con clavos, canela, matalauva, cáscara de naranja y 2 litros de agua. Cocerlo durante una media hora para que coja sabor.
MASA:
Necesitaremos el cocimiento colado, aceite de oliva virgen y harina
PREPARACIÓN:
En un baño ponemos la harina tamizada y echamos el aceite
hirviendo para que se escarde, amasar bien hasta que se quiten los grumos.
Añadimos el agua del cocimiento y seguimos amasando. La masa debe estar siempre
caliente.
Cuando esté lista la masa, cogemos un pellizco de
ella, en la tabla y con un rulo de cocina la extendemos, doblamos y freímos en
abundante aceite bien caliente.
Enmelamos con una mezcla del cocimiento y miel en el
fuego.
Honor de poder brindar por tu felicidad, de estar ahí para tí como hermana adoptiva, de abrazarte y sentir tu alma amiga!!! I love you!!!
ResponderEliminarNuestras madres fueron mujeres muy, muy fuertes, yo creo que nosotras también lo somos y ya te digo que tú estás a la altura y con creces, sabes querer y sabes estar. Feliz de tenerte. Te quier❤️
ResponderEliminarAprendimos de ellas, y seguimos aprendiendo de cada una de nosotras. La vida cada día nos enseña una nueva lección. Yo llevo aprendiendo de ti toda mi vida. Te admiro y te quiero.
ResponderEliminarBonito texto... Admiro a todas y cada una de las mujeres de mi vida, con sus luces y sus sombras...
ResponderEliminarTe admiro Feli.... 😘😘
Feliz y orgullosa de estar a tu vera Mujer bella,dando y recibiendo a manos llenas en un continuo fluir. Palante!!
ResponderEliminarQué bonito!!!qué profundo!! Gracias por todo lo que das, por ser, por estar
ResponderEliminarAY mi querida amiga, siento cada palabra tuya, una vez más, me emocionas. Siempre tuya, Paty. Te adoro.
ResponderEliminarEres única.
ResponderEliminarVenga, que por ahora voy a ser el primer hombre que escriba.
ResponderEliminarSi hay una segunda vida, yo me he pedido ser mujer en la siguiente que me toque vivir. Mientras tanto soy de los afortunados que hacen igual que Loren... copiar de personas como tú para aprender a ser más grande.
Benditas MADRES!!!